MANTEL CON APLICACIONES
Cuando se vive en tierras del norte siempre se tiene ansia de luz, necesidad imperiosa a veces de sentir un rayo de sol en la cara, de salir al aire y disfrutar simplemente de ver cómo reviven los colores de las cosas. Casi siempre el invierno dura demasiado en el norte y por eso vivimos acechando los primeros soles, los primeros signos de que la oscuridad, el frío y, sobre todo, la humedad, se alejarán pronto y dejarán paso a la alegría.
Son los momentos de las primeras flores, tanto tiempo esperadas, casi espiadas día a día hasta verlas abrirse tímidamente y contarlas una a una como si tuvieran nombre propio, porque cada una es importante. Y son también los días en que preparamos la vida en el exterior, organizando todo lo necesario para pasar el mayor tiempo posible en el jardín apurando al máximo el corto período de buen tiempo en el que cargaremos las pilas para los más de ocho meses de oscuridad.
Y en eso andaba yo hace algo más de un mes, coincidiendo con unos días de sol que parecían anunciar ya la llegada de la tan esperada primavera; fue ver aparecer la luz y verme invadida por una fiebre loca de renovar el mobiliario de exterior, organizar macetas, limpiar, reorganizar y disponer lo necesario para empezar mi temporada preferida, esa en que puedo coser al sol, o leer a la sombra, dormir la siesta con la cabeza a la sombra y los pies al sol y, en fin, pasar el día entero al aire libre, sin entrar en la casa más que para dormir.
Esta vez los preparativos habían empezado un poco antes, ya en el mes de marzo, cuando un día en clase de patchwork vi un camino de mesa que estaba haciendo una de mis amigas e inmediatamente pensé que el estilo era perfecto para mi mesa de la terraza. Ese mismo día me compré las telas y me lancé de cabeza a diseñar mi mantel.
Inspirándome en la idea original, dibujé sobre papel continuo a escala real una greca de motivos vegetales sencillos adaptada al tamaño de mi mantel, que en este caso era el que que me permitía el ancho de la tela, 170 x 170 cm. Luego, bastó con repetir el dibujo sobre los cuatro bordes y listo.
La tela es un precioso lino grueso y rústico en color crudo que, pese a su apariencia tosca, lava y plancha de maravilla, cosa importante teniendo en cuenta que está siempre puesto y en el exterior, con lo cual se ensucia bastante. La greca, como podeis ver en la imagen, está realizada en la técnica de appliqué con lanas que, además de simplificar mucho el trabajo de aplicado, tienen un colorido y una calidez inigualables. Los motivos están pegados con papel termoadhesivo y cosidos a puntada lanzada sencilla con los maravillosos hilos de lana que venden en exclusiva en "Quilt House" (Lunares Patchwork).
Me encanta trabajar con estos paños de lana, por su calidez, por el maravilloso colorido que tienen, por la facilidad de manejo y por los acabados que se consiguen y además son perfectamente lavables, o sea que no se puede pedir más. Y en cuanto al lino, es tan bonito y ha resultado tan barato que inmediatamente me hice unos cojines a juego para las sillas.
Claro que las obras que yo emprendo nunca son tan sencillas como parecen y esta vez no podía ser de otra manera, así que en cuanto terminé el mantel y lo coloqué en la mesa, me di cuenta de que el color de las sillas y demás muebles del porche (gris clarito) no quedaba nada bien con él y eso trajo consigo un arrebato que me mantuvo ocupada durante unos cuantos días pintando sillas, armario, macetas y todo lo que se cruzó en mi camino.
Como el color predominante en la greca es el verde musgo y las paredes del porche ya estaban pintadas en ese color, me tiré de cabeza a las profundidades del garaje y rescaté un bidón de esa pintura de paredes para embadurnar las sillas. Después de las sillas ataqué el armario y, cuando parecía que todo terminaba, decidí que el propio porche necesitaba otra mano de pintura y así hasta acabar el bidón, que era bastante grande.
¿Y quién dijo que no se podían pintar muebles con una pintura de pared?, ¡vaya bobada!, mientras cubra quién dijo miedo; ¿o pensabais que yo iba a salir de mi casa para ir a comprar una pintura "ad hoc"?. ¡Ni hablar!,yo hago las cosas en el momento en que siento el impulso o ya no las hago nunca; soy del sistema "dicho y hecho". Claro que había algún problemilla de idoneidad, porque esta pintura es muy mate y sobre los muebles quedaba un poco apagada, así que apliqué un barniz de cuadros en spray sobre las sillas y una mano de cera con betún de judea al armario y ¡Voilà!, todo perfecto.
Es posible que la pintura no aguante mucho más de este año pero como existe la posibilidad de que el año que viene se me ocurra otro mantel con otros colores.....¿Para qué nos vamos a preocupar de lo que pasará el año que viene?
Ahora tengo que contaros lo más trágico de esta divertida y frenética historia del mantel y es que ese sol que veis asomar por ahí es el último que vimos en esta parte del norte hasta el día de hoy, lo cual significa,como ya habreis podido adivinar, que mi maravilloso mantel está aún por estrenar porque, desde el día que lo puse no ha parado de llover y además hace un frío que no permite separarse de la chimenea ni medio metro.
Parece que este año serán pocos los días en que podremos disfrutar del sol, así que al menos me quedan estas imágenes para recordar lo bonito que se veía mi mantel cuando parecía que había llegado la primavera. Esperemos que pueda disfrutarlo algún día más.