CAJÓN DE IMPRENTA
Las aficionadas a las labores conocéis con toda seguridad el uso de los cajones de imprenta como expositores de colecciones, bien de pequeños objetos relacionados con la costura (dedales, botones, hilos, accesorios, sobre todo antiguos), bien de pequeños bordados seleccionados en función de su tamaño o de cualquier otra característica interesante. Basta darse un "paseo" por la red para encontrar cientos de magníficos ejemplos que invitan a sumarse a esa moda y disfrutar en primera persona de las posibilidades creativas de estos humildes recipientes que durante siglos sirvieron a los tipógrafos para ordenar y mantener a salvo su herramienta de trabajo más preciada: los tipos.
La modernización digital del antiguo oficio de tipógrafo trajo consigo el abandono de las herramientas asociadas y la aparición en el mercado anticuario de estos cajones que, por sus peculiares características, pronto se convirtieron en objeto de deseo en todas las tiendas de viejo.
Era inevitable que esas cajas de madera sólida, distribuidas en pequeñísimos compartimentos, tan especiales y apetecibles, despertaran el deseo de darles un nuevo uso como contenedores de colecciones y no cabe duda de que en algún momento una inspirada bordadora decidió hacer la primera prueba de llenar el suyo con bordados. Desde luego con mucho éxito, porque son muchas las personas que han imitado la idea.
Yo conocí los cajones con bordados en internet y, como soy caprichosa, enseguida quise tener uno, pero desde luego no dediqué un minuto a buscarlo, aunque a veces, visitando los anticuarios o las tiendas de trastos viejos (cosa que hago con bastante frecuencia), echaba una mirada de reojo por si aparecía alguno, pero nunca tuve suerte.
Solo en una ocasión, en el mercado de Covent Garden, en Londres, mi hija Paula y yo encontramos cientos de ellos, de muchísimas formas y tamaños y a buen precio pero, tras dudarlo un rato y valorar la posibilidad de traer uno, recordamos que había que volver con Ryanair y eso nos disuadió del capricho.
Por fin este otoño, sin esperarlo, la oportunidad se presentó en la feria de antigüedades y desembalaje de Gijón, donde uno de mis stands preferidos (porque vendía maravillosos muebles provenzales que no me podía permitir), tenía a la venta varios cajones de chibalete y, al estupendo precio de 15 € la unidad, me compré dos.
Esto fue a principios de Noviembre y todavía no encontré momento para limpiarlos a fondo, a la espera de que mejore un poco el tiempo y pueda ponerme en el exterior con la máquina de presión a darles un buen lavado porque, en lo poco que lo intenté, me dejé las uñas con la lija, porque los huecos son tan pequeños que apenas consigo resultados.
Lo que sí hice fue pensar en las posibilidades de rellenarlos y para inspirarme, bucear mucho en Pinterest, en busca de las mejores ideas. La verdad es que me quedo asombrada con el nivel de muchas de las realizaciones que veo, tanto que después de mucho mirar decidí descansar, olvidar y luego tratar de encontrar mi propio camino.
En este tiempo he tenido contacto con otras bordadoras que, como yo, tienen su cajón esperando encontrar la idea perfecta y muchas me han confesado tener ganas de hacerlo pero no saber cómo empezar. Y por eso me he decidido a escribir este post, por si mi idea le puede servir a alguna persona que no tenga claro cómo animarse.
Para empezar, os cuento mis planteamientos, las decisiones que he tomado respecto al procedimiento organizativo, luego os contaré detalles técnicos que creo que pueden ser útiles para simplificar el trabajo.
Después de darle muchas vueltas, he llegado a una conclusión importante para mí: no voy a abordar este proyecto como una prioridad, porque no tengo ninguna prisa en hacer mi cajón (mejor dicho, mis cajones), sino que quiero que este trabajo sea un camino relajado y divertido, en el que cada pequeño bordado sea para mí un paréntesis de descanso entre otros proyectos que, sin duda, voy a seguir desarrollando. Así, cuando tenga un rato libre, un viaje, una espera, cualquier situación en la que entretener un poco de tiempo, disfrutaré bordando uno de esos pequeños motivos para añadir a la colección, que eso es, en definitiva, el cajón de los bordados. Por tanto, no hay plazos, ni fechas, ni obligaciones de bordar cada día con un propósito de acabarlo, sino que los huecos se irán llenando al azar, según se vayan dando las ocasiones, según me vaya encontrando, sin buscarlo, un detalle o un motivo que me encante para ponerlo en el cajón.
Y aunque esta idea general será común, lo cierto es que tengo dos cajones de formatos muy diferentes y por eso he elegido un destino distinto para cada uno.
En primer lugar, el cajón de huecos alargados en tamaños decrecientes me sugirió, desde el primer golpe de vista, coleccionar modelos de grecas o cenefas, motivos lineales que siempre me han gustado y de los que se encuentran gráficos con mucha facilidad, incluso gratuitos. Las grecas son un clásico dentro del campo de los bordados y he de confesar que a mí me encantan, además de ser facilísimas de bordar, por tratarse de secuencias repetitivas que se bordan casi de memoria; es más, hasta son fáciles de inventar, llegado el caso. Y para los pocos huecos cuadrados y rectangulares que tiene, me decanto por un abecedario y algún pequeño medallón decorativo.
Mis modelos para este proyecto saldrán principalmente de dos libros, "Mon Cahier de Broderie", de la diseñadora belga-española Marie Suarez, publicado por Ed. De Saxe y "Points associés et Points complices", de Monique Lyonnet, publicado por Marabout, ambos llenos de ejemplos preciosos y muy sencillos de grecas de punto de cruz y otros puntos de bordado. No obstante, utilizaré cualquier otro modelo que me encuentre y me parezca adecuado.
En cuanto a la elección de materiales, he decidido optar por depurar al máximo, ya que la riqueza de este tipo de trabajo radica, para mi gusto, en una cierta uniformidad minimalista, es decir, en conseguir que el conjunto se vea como un todo coherente, una historia bordada que gira en torno a un par de criterios claros y evidentes. En consecuencia, la tela elegida será lino Zweigart de 12 y de 16 hilos/cm (Belfast y Newcastle) en color Antique White (blanco antiguo o blanco roto) y los hilos se reducirán a dos tonos que me encantan y que combinan muy bien: un azul tinta y un beige tostado. En este caso, buscando entre mis fondos de hilos, he seleccionado dos tonos preciosos de Nina's Threads, el marrón "Grizzly" y el azul "Iris", ambos muy delicados y que combinan prefectamente.
En cuanto al procedimiento para empezar la tarea y poder mantenerla ordenada hasta el final, es muy simple y os lo describo por si puede servir a quienes aún tenéis dudas.
Lo primero que he hecho es dibujar en papel el plano completo del cajón, a una escala aproximada, con todas las casillas y sus medidas respectivas. Con este plano que no se tarda nada en dibujar, podré tener controlado durante todo el proceso todos los detalles que se van a ir sucediendo: qué huecos tengo ya bordados y cuáles me faltan, número de puntos que caben en cada casilla, referencias de dónde encontrar el gráfico a seguir, etc., de modo que sin necesidad de tener el cajón a la vista todo el tiempo, sabré cómo seguir siempre que me ponga a preparar un motivo.
En segundo lugar, es también importante tener un acopio suficiente de los materiales que voy a necesitar, asegurándome de que no lleguen a faltarme si la realización del proyecto se demora mucho. En este caso es sencillo, porque son muy pocas cosas, basta con tener una pieza de tela (o trozos sueltos, para aprovechar restos), que cubran la superficie necesaria incluyendo, como es lógico, los márgenes de montaje que sean necesarios en cada casilla. Del mismo modo, vendrá bien adquirir las madejas de hilo en los colores elegidos y en la cantidad que estimemos suficiente, calculando con generosidad, siempre es preferible que sobren un par de madejas que quedarse corto.
Pocas cosas más son necesarias, porque este trabajo no requiere grandes alardes técnicos, creo yo: por supuesto, lápiz y regla graduada, también un bolígrafo de los que se borran con la plancha, cartón o cartón pluma del grosor elegido (en mi caso será de 5mm, para que los bordados queden un poquito más levantados)), un poco de guata fina o gomaespuma para colocar entre el cartón y el bordado, pegamento y un cúter para cortar el cartón.
A partir de estas primeras decisiones simples, preparo un neceser con un trozo de tela, un par de madejas de hilo, tijera y tres o cuatro agujas y lo reservo para este proyecto mientras dure.
Con el bolígrafo que se borra con la plancha ( Frixion), he ido trasladando a la tela el dibujo a tamaño real de las casillas que voy a bordar, incluyendo los márgenes de montaje y ya he bordado unas cuantas grecas casi sin sentirlo, porque se tarda muy poco y es muy divertido ir "al encuentro" de cada modelo.
En cuanto al otro cajón, cuyo formato es más habitual (similar a los que muestro en las primeras fotografías de este artículo), seguiré las mismas pautas, es decir: no fijarme plazos, ir rellenando cada espacio cuando aparezca algo que me guste, usar un único color de tela (probablemente crema) y una paleta limitada de colores de hilo, pongamos un granate, un verde, un beige, un mostaza o dorado y un azul, por ejemplo y adaptar los motivos a bordar para que lleven solo esos tonos, etc.
Y sobre todo, lo más importante, quiero que este cajón sea un homenaje a tantas labores de punto de cruz que han pasado por mis manos, las que me han llenado horas y horas de relax, de ilusión, de entusiasmo, me han distraído, entretenido, divertido y han contribuido a mantener despierta mi cabeza haciéndome discurrir y, sobre todo, dándome a conocer a tantas personas con las que compartir aficiones, ideas, soluciones, ánimos y amistad. Una riqueza que ha mejorado mi vida desde mi jubilación y la ha llenado de energía y ganas de disfrutar.
Pues bien, en cada uno de esos gráficos que he ido eligiendo para bordarlos hay siempre un detalle, un pequeño motivo, una casita, una flor, un pájaro, una letra,... algo que ha llamado especialmente mi atención y que he bordado con más gusto que el resto. A esos pequeños detalles he decidido rescatarlos de tantos gráficos acabados que duermen en el armario y sacarlos otra vez a la luz, poniéndolos en valor de forma individual y usarlos para ir rellenando los huecos de mi cajón. Muchos los recuerdo de memoria, otros me los encontraré a medida que vaya revisando uno por uno esos viejos gráficos y recreándome en verlos de nuevo
En fin, teniendo claros esos pocos criterios estéticos que ya os he comentado y que a cada quien le nacen de forma natural, quiero que el proceso de rellenar mis cajones sea un ejercicio lúdico que está empezando ya y que no sé cuándo acabará. Pero, si lo pienso bien, ¿qué prisa hay en acabar algo que nos gusta tanto hacer?
Si alguna se anima a seguir mi método, no me importaría compartir con vosotras el camino, intercambiarnos modelos, ideas, consultarnos cosas, darnos ánimos. Yo os ofrezco mi colaboración desinteresada, ya sabéis dónde encontrarme.