SERVILLETAS BORDADAS
Después de un proyecto largo y exigente como la manta bordada que acabo de finalizar, necesitaba volver a otros proyectos más ligeros, más intrascendentes, que me sirvan para disfrutar y relajarme en los ratos que me reservo para mi ocio y que pueda intercalar con otras tareas sin prisas y sin obligaciones, volver a la sana costumbre de ir dejando labores empezadas en cestas, cajas, neceseres, por todos los rincones preferidos de la casa, listos para darles unas puntadas en cualquier momento.
Además ya sabéis que desde que tengo nietos he ralentizado el ritmo de bordados y otras aficiones, sacando tiempo para hacerles algún modelito o juguetes, aunque siempre, cada día, reservo un tiempo para mis caprichos.
Por ahora, mientras hago un chaquetón para Max o una chaqueta para Violeta, he vuelto al punto de cruz, de momento con diseños muy pequeños, destinados a otro proyecto nuevo que pronto os enseñaré, por si os apetece hacerlo, que es crear unos álbumes de fotos para recoger una selección de las más especiales, porque aunque lo digital está muy bien, no hay nada como sentarse de vez en cuando con un café y hojear un álbum lleno de recuerdos.
Y otro proyecto que ya hacía tiempo tenía en la cabeza y que me hace mucha ilusión, es el que os voy a contar en este artículo, a la vez que aprovecho para ofreceros la idea por si a alguna de vosotras le pueda interesar.
No, no os asustéis, jjjjjjjj, no voy a proponeros uno de esos SAL kilométricos y mega-complicados que se me ocurren esporádicamente y que os meten en más líos de los que podéis admitir. En esta ocasión se trata de algo mucho más simple, relajado, sin normas, sin instrucciones (salvo que alguien necesitara ayuda en un momento dado) y que yo voy a ir haciendo poco a poco, sin ninguna prisa.
Veréis, una serie de circunstancias completamente fortuitas hicieron que tomara la decisión de ponerme a bordar un juego de servilletas, utilizando los materiales y técnicas de bordado que he practicado en estos últimos años, tratando de aunar la distracción y el placer que me proporciona hacer bordado tradicional en pequeñas dosis de vez en cuando, con la necesidad de confeccionar algo que necesito para la casa y que hasta ahora he ido aplazando.
¿Y esas circunstancias cómo se han ido hilvanando?, pues muy fácil, ya sabéis cómo trabaja la casualidad; de un lado, en los últimos años he ido comprando, en ferias o en viajes, algunos manteles antiguos, todos blancos y de gran tamaño, unos de lino y otros de damasco de algodón, que me encantan pero, por desgracia, ninguno tenía servilletas a juego o las que tenían estaban bastante deterioradas. Como me encanta usarlos siempre que tengo ocasión, he tenido que ir supliendo la falta de servilletas con soluciones provisionales, mientras he intentado buscar tejidos similares para hacer las servilletas de cada mantel. Pero eso, como comprendereis, fue imposible, porque no hay manera de igualar esos tejidos tan especiales y cargados de historia.
En segundo lugar, desde que hice el SAL "Mon cahier de broderie", me apetece muy a menudo practicar los bordados que aprendí con ese trabajo y no suelo hacerlo porque no encuentro normalmente objetivos adecuados, sencillos y que pueda utilizar en cosas prácticas.
Por otro lado, con esas intenciones siempre ahí pero sin concretar, de pronto un buen día, en la tienda donde compro mis cosas de labores (La Casina Roja), trajeron un lino blanco de trama fina llamado "Ballina", perfecto para el bordado tradicional, con una textura fina pero con cuerpo y con un color blanco antiguo maravilloso. Vamos, que fue verlo y ponerme como loca a buscar la manera de probarlo inmediatamente, así que encargué un corte pequeño para hacer muestras y cuando lo tuve entre las manos ya me enamoré sin remedio.
Más o menos por la misma época, también pusieron a la venta dos libritos de la diseñadora japonesa Kazuko Aoki, que dibuja, interpreta y borda como nadie las hierbas y flores más humildes de la naturaleza. Sus composiciones florales son una auténtica delicia, por su colorido, por los puntos sencillos que utiliza, por las presentaciones, en fin, ya habreis adivinado que me compré los dos libros casi antes de que salieran al mercado y que me puse a practicar a toda velocidad.
Y de esa primera práctica, rápidamente, nació la idea de las servilletas.
Así que este nuevo proyecto que estoy empezando y que me hace muchísima ilusión, consiste en confeccionar una colección de servilletas, entre 12 y 18 (ya veré hasta donde me llegan las fuerzas), utilizando el lino "Ballina", los diseños de Kazuko Aoki y los hilos que uso habitualmente para mis labores.
Puesto que no puedo conseguir servilletas que combinen con todos los manteles, he decidido hacer unas que tengan personalidad propia, que sean bonitas e importantes en sí mismas y no porque vayan acompañando a un mantel. De esta manera, me servirán para cualquier mantel, blanco e incluso de color y pondrán un toque original de alegría y frescura en la mesa.
Para conseguirlo, voy a bordar un motivo diferente en cada servilleta, utilizando los dibujos de hierbas silvestres de los libros de Kazuko y algunos más que aportaré de mi cosecha, reproduciendo las hierbas naturales de la zona donde vivo.
El proceso será muy sencillo y voy a hacerlo pausadamente, sin cortar siquiera la tela antes de tiempo, no sea que me canse y luego no la pueda aprovechar.
Respecto a cortar la tela, voy a explicaros cómo lo hice y por qué: la tela Ballin tiene 180 cm de ancho y en La Casina Roja la venden, como todos los linos de bordados, por trozos que van desde 45 x 50 cm en adelante (un fat quarter). Del ancho, puedo sacar tres servilletas de 60 cm o cuatro servilletas de 45 cm y yo he elegido la segunda opción, en parte por economía y en parte porque, al ser servilletas "libres" (por llamarlas de alguna manera), el tamaño 45 x 45 cm puede ser apropiado tanto para almuerzo como para merienda, mientras que 60 x 60 cm es un poco excesivo para según que usos.
Por tanto, yo he comprado 1 m de lino para hacer 8 servilletas, lo que es un rendimiento bastante interesante. Para empezar he cortado una primera tira de 50 x 180 cm y de ella he cortado cuatro servilletas que miden 45 x 50 antes de escuadrar.
El remate es un dobladillo de 1,5 cm cosido a vainica sacando un hilo de la tela, lo que deja un tamaño final de unos 42 x 42 cm y así me voy a conformar, que el lino es caro y las jubiladas no podemos derrochar.
Una vez cortado mido los dobladillos y saco los hilos para doblarlos y coserlos lo más exactamente posible; después hilvano y coso a vainica con hilo de lino del número 70
Acabada la vainica, copio el dibujo, centrándolo con la esquina de la tela y lo dibujo con el rotulador Frixion que se borra con la plancha.
Con el libro a la vista y siguiendo sus indicaciones de colores para cada bordado, preparo los hilos, eligiendo los equivalentes a los recomendados entre las marcas que más me gustan (Gentle Art, Weeks Dye Works, Atalie, Crescent Colors) y repaso los puntos a utilizar en mi "enciclopedoa del bordado" (Mon cahier de broderie", aunque Kazuko Aoki también incluye instrucciones para hacer cada punto y sus libros están muy bien ilustrados con todo tipo de ayudas, gráficos, fotografías, instrucciones, referencias de cada color y de cada punto, vamos que es una delicia dejarse guiar.
Los bordados de Kazuko Aoki se basan más en el colorido y la composición que en los alardes técnicos así que los puntos propuestos son los más elementales del bordado, técnicas muy sencillas al alcance de cualquier aficionada y que consiguen resultados espectaculares con muy poco esfuerzo: cadeneta, tallo, punto lanzado, punto margarita, nudos, etc y además los realiza generalmente con hilos de distintos grosores, añadiendo textura al conjunto.
También los gráficos de la diseñadora son muy sencillos, enriquecidos con toda clase de indicaciones e instrucciones para bordarlos y muy fáciles de fotocopiar o calcar, lo que facilita muchísimo el trabajo.
Otra de las razones por las que me enamoré de este proyecto es mi fascinación por los herbarios desde pequeña. Yo recuerdo que una de las tareas escolares que más me marcó y que más he disfrutado en la vida fue el herbario que una profesora nos enseñó a hacer cuando yo era muy pequeña y que mi madre guardó durante décadas, hasta que se apolilló y hubo que tirarlo. Desde esa primera experiencia siempre he sentido debilidad por recoger hojas, flores, líquenes, musgos, secarlos (hasta me fabriqué una prensa de secado que debe andar por el garaje) y conservarlos para adornar cualquier cosa, un envoltorio, un cuaderno, una caja, o simplemente para mirarlos de vez en cuando. Y hacer algo parecido pero bordando las hierbas y flores en lugar de secarlas me pareció una idea fantástica.
En definitiva, creo que será una manera muy divertida y relajada de conseguir una colección muy especial de servilletas sin ninguna imposición ni plazo fijo; si hago solo seis, pues para cuando seamos pocos, si consigo doce, para una reunión media, si soy capaz de hacer las dieciocho, pues en alguna Navidad familiar estrenaremos, no hay prisa.
Es una labor que me hace muchísima ilusión y que me he planteado para disfrutar de verdad,así que, una vez he terminado la primera para poder contaros mi idea, voy con calma preparando la segunda, que ya tiene hecha la vainica y pronto bordaré la hierba elegida.