ROSALES DE MAYO
Ayer amaneció un día raro, medio nublado, con un poco de niebla, fresco, a ratos soplaba una brisa traidora, un asco de mañana para estar ya a finales de mayo. Pese a todo, como corresponde a partir de primavera y hasta que el otoño me empuje hacia el interior, desayuné en el porche, eso sí, envuelta en una chaqueta de lana de pleno invierno.
En el desayuno se me ocurrió poner la tele y eso me amargó el día; era mañana post-electoral y las noticias daban buena cuenta de esos éxitos que todos los partidos consiguen cada vez que hay elecciones, mientras los sabios contertulios de turno exprimían sus argumentos hasta los límites de lo imposible, que para eso les pagan, digo yo. En una palabra, el agosto de las televisiones, que es en lo que se convierten las convocatorias electorales.
A mí me dejan siempre una sensación de cabreo, de tomadura de pelo, gane quien gane siempre me falta sinceridad, cercanía, ideas, soluciones y me sobran voces, malos modos, trampas, mentiras, incompetencia. Echo de menos que alguien intente seducirme, aunque sea con medias verdades, pero por una vez me gustaría oir discursos agradables, divertidos, esperanzados y no señores enfadados y vociferantes que me amenazan con el fuego del infierno y con lo malos que son los demás. Ya no digo nada de esa nueva afición que les ha entrado a todos por cantar cancioncillas de todo tipo, como si no tuviéramos bastante con Operación triunfo, La Voz y tantos programas busca-talentos. Esto es un sindiós.
Yo, que necesito el sentido del humor para reconvertir cada día en algo soportable, detesto que me rompan mi equilibrio con mensajes negativos y esperpentos varios y sobre todo, con los atentados a la estética: ya que nos lo hacen, que nos lo hagan bonito, por favor, no pido más.
Ante este desolador panorama se me despertó un punto de irritación que no me conviene nada para la salud y no me quedó otra que ensimismarme un poco y coger la cámara, porque las rosas duran muy poco y tengo que aprovechar mientras las hay para disfrutar, mirarlas y remirarlas, olerlas, tocarlas, llenarme los ojos de belleza, asombrarme de que este milagro se repita cada año y consiga volver a emocionarme como si fuera nuevo cada vez. Justo lo que no me pasa con la política.
No sé cuántas fotos puedo llegar a hacer porque continuamente descubro detalles nuevos que quiero inmortalizar, hasta el punto que todos mis dispositivos me envían mensajes de estar a punto de explotar por no poder soportar más almacenamiento de imágenes. Cuando esto ocurre, toca otra cosa muy tediosa que es revisar las carpetas y empezar a borrar lo que ya no hace falta y entonces descubro que todos los años, mejor dicho todos los días, hago las mismas fotos, a las mismas rosas, con los mismos encuadres, los mismos vicios y encuentro cientos de fotos repetidas, idénticas hasta el punto de parecer la misma. A veces juego conmigo misma a "encuentra las diferencias" y francamente, no es fácil.
Sin excusa posible, porque se negaba a funcionar, necesité un buen rato para borrar ¡3.000 imágenes! del Ipad y ahí me paré porque me agotaba de mirar y seleccionar. Pero después fue la partición del disco duro del ordenador, que también aparecía en rojo por todas partes; eso fue un poco más duro de resolver con mis pocos conocimientos, aunque atrevimiento no me falta y a duras penas he conseguido "hacer un huequito", como cuando coloco el armario de los trapos.
En definitiva, hacer fotos y eliminar fotos se llevó gran parte de mi tedioso día y al final apenas saqué media hora para hacer punto de cruz, que era mi tarea prevista.
A cambio me han quedado unas cuantas imágenes de rosas que se parecen mucho a las que ya os he enseñado otras veces pero que vuelvo a compartir porque, además de ser bonitas, igual pueden servir de inspiración a quien esté intentando alegrar un jardín.
A lo largo de veinte años de trabajar este prado salvaje intentando hacer de él un jardín, sin conocimientos y sin recursos económicos, he malgastado esfuerzo, tiempo y dinero a partes iguales sin conseguir los resultados esperados, porque el método de ensayo y error es lo que tiene, que el acierto puede tardar mucho en llegar.
De hecho, las cosas han empezado a mejorar de verdad en los últimos cuatro años, es decir, desde que yo me jubilé y pude dedicar un poco de tiempo a pensar y replantearme muchas de mis decisiones anteriores, aunque algunas ya no se pueden enmendar porque eso supondría en algunos casos cortar árboles ya grandes y por ahí no voy a pasar.
Yo siempre había cultivado rosales, porque hay que tener rosas en un jardín, pero en todos estos años y pese a haber visitado cientos de viveros, solo pude conseguir rosales híbridos de té, que suelen dar buenas rosas pero que no son un buen arbusto de relleno en mi jardín. A fuerza de buscar, en una ocasión conseguí 25 rosales Meilland de la variedad "Peace" que planté en un bancal elevado enfrente de la casa; pese a su poca resistencia a las enfermedades, sobre todo a los hongos (que en este clima son imparables), dieron rosas espléndidas durante algunos años y cumplían su función estupendamente.
En uno de esos veranos especialmente húmedos, tan frecuentes por aquí, los ataques por hongos se sucedían hasta dejar los rosales muy afectados pese a todos los cuidados que les aplicaba continuamente. Un atardecer aciago me confundí de botella pulverizadora y los rocié con el herbicida que usaba para limpiar el asfalto del camino y eso fue el fin. Caí en la cuenta de que me había equivocado esa misma noche y me levanté de madrugada a lavarlos intentando paliar los daños, pero no hubo nada que hacer. A los pocos meses, los 25 rosales murieron sin remedio.
Desde entonces el asfalto se va agrietando y rompiendo por las hierbas y los musgos, pero el herbicida ya no entró más en mi casa, no quiero tener nada tan letal cerca de mí. Y después de eso, volví a mi búsqueda de buenos rosales sin demasiado éxito, así que fui llenando aquel espacio vacío con otros arbustos y plantas de distintos tipos que nunca llegaron a gustarme demasiado.
Hace cuatro años, coincidiendo con mi jubilación y con mi afición al mundo bloguero, un descubrimiento casual ha venido a transformar muchos de mis planteamientos anteriores y ha dado nueva vida y nueva imagen al conjunto del jardín. Un día por casualidad, en el blog "Mi jardín, mi paraíso", descubrí los rosales David Austin y me faltó tiempo para buscar la página de este cultivador al que ahora he convertido en mi "gurú" de los rosales porque sus criaturas me han cambiado la vida: esto sí son rosales, los que yo buscaba, los que son bonitos como arbusto y además producen esas flores antiguas, aromáticas, llenas de pétalos delicadísimos, de colores increíbles y que, además, por ser cultivados a partir de patrones silvestres y vigorosos, son mucho más resistentes a las enfermedades y apenas sufren desperfectos por los hongos.
Por eso ahora siento tanta emoción por mis rosas y en estos últimos cuatro años he ido comprando poco a poco hasta reunir 22 variedades diferentes y pienso seguir, porque su catálogo es una tentación permanente, en realidad me las traería todas si no fuera por la pasta y también porque todo tiene un límite y también hay que poner otras cosas, pero de verdad que son completamente adictivas, si empiezas ya no puedes parar.
¡Ah! y si estáis buscando un regalo exquisito, original, precioso y a buen precio, para alguien a quien le gusten las plantas y tenga un poco de jardín, no dejéis de considerar sus rosales servidos en contenedor para regalo, siempre causan impacto, tanto por la calidad del rosal como por la preciosa caja en que se sirve. Además, su sistema de entrega permite que el paquete llegue a su destino en el día y hora que indiquéis y con una bonita tarjeta con la dedicatoria deseada y decorada con rosas ¡cómo no!, no falta detalle.
He ido probando variedades de todo tipo, desde rosal clásico arbustivo a remontante (llamamos trepador pero no es muy exacto porque los rosales no trepan, crecen), los rastreros o cubresuelos y últimamente estoy fascinada con los rambler, los rosales liana, que pueden crecer muchísimo y son perfectos para hacerlos trepar por un árbol viejo, una pérgola, una celosía y que producen durante mucho tiempo una auténtica cascada de rosas diminutas y perfumadas que es una delicia tener cerca. De momento he plantado dos flanqueando el porche y pretendo hacerlos guiar por el alero, para que me acompañen todo el tiempo que vivo en este espacio y me gustan tanto que ando buscando ideas para plantar alguno más.
Esta primavera fría y lluviosa ha retrasado bastante la floración y aún hay unos cuantos que no han abierto sus brotes, aunque eso hará que la temporada se alargue un poco más hacia el verano, proporcionando más tiempo de tener flores.
Pronto abrirán las Golden Celebration, las Gentle Hermione, Lady Emma Hamilton, William Shakespeare, Princess Alexandra of Kent, que están a puntito.
En fin, a quienes no tengáis interés por las plantas o por los rosales en particular, os pido disculpas por ser tan pesada y a los que os gusten espero que mi reportaje os haya servido al menos para relajar un poquito, que no todo va a ser trabajar.
Hasta pronto