UN REGALO INESPERADO
Siempre recibo muchos regalos en Navidad, porque somos una familia bastante grande y a todos nos encanta el frenesí de los regalos, las compras a escondidas unos de otros, las entradas y salidas clandestinas a por un último detalle que se nos antoja imprescindible, el trasiego de papeles y cintas de regalo, préstame el cello, déjame las tijeras, sube, baja, dónde está el rollo del papel azul, quién tiene la tijera de picos y así hasta el infinito y más allá, intentanto preservar al menos algo bajo el manto de la sorpresa para poder disfrutar de la emoción de lo inesperado reflejada en la mirada de los otros.
Eso, repetido con apenas una semana de diferencia, para Papá Noel y Reyes Magos, porque yo no sé muy bien de qué religión somos en esta casa, pero desde luego las celebramos todas por si acaso. Y eso pese a que desde hace un montón de años venimos diciendo eso de "esto hay que cortarlo", "esto es una locura", "se acabó, el año que viene solo a los niños pequeños", y cosas así, pero no sé cómo, nunca se cumplen esos propósitos-
Antes al contrario, yo creo que cada año me regalan más cosas, hasta un punto que me quedo como los niños pequeños, bloqueada, sin saber a dónde mirar, que hay veces que en medio de ese naufragio de papeles rotos y bolsas despachurradas, de lazos tirados y cajas desvencijadas, se te quedan cosas perdidas que no te atreves a reclamar, porque ya no sabes si eran para ti o para otro, ... En fin, una locura de amor y consumo a partes iguales que nos consume los nervios y las tarjetas, pero que volvemos a esperar cada año como si fuera el primero.
Hasta aquí el retrato de un año cualquiera, pero este año se produjo un milagro y, por primera vez desde que era muy pequeña, los Reyes Magos vinieron de verdad y me enviaron a Roberto, mi repartidor de Seur, a traerme un regalo que yo nunca hubiera esperado y que me emocionó tanto que me pasé horas mirándolo y tocándolo, incrédula y asombrada.
Un verdadero regalo, inesperado, inmerecido, precioso, hecho con amor, con exquisita delicadeza, con tiempo, con trabajo, algo tan bonito que aún hoy me parece imposible haya sido hecho para mí:
Desde Francia, con más que amistad, llegaron estas dos preciosidades, bordadas por Daniéle, una exquisita bordadora y bloguera que seguramente conocereis y, si no la conocéis, debeis iros ahora mismo a visitar su blog, porque todo lo que hace es igual de increíble y precioso. "Petits points au jardin" es su sitio, daos un paseo por él, merece la pena.
Para cualquiera que haya bordado alguna vez punto de cruz es fácil valorar el increíble trabajo de miniaturista desplegado en este cojincillo de lavanda que reproduce un modelo de Tralala, ¡bordado en 1/1 sobre lino Edinbourgh!, algo impensable para mí porque ni con lupa puedo intentar algo así.
Os confieso que cuanto más lo miro, más increíble me parece, porque ese tamaño que estais viendo es prácticamente el tamaño real y no un efecto de la escala; es decir, todas esas diminutas puntadas están ahí, una a una, casi milagrosamente, porque ni siquiera pueden verse. Es literal, de verdad, son tan pequeñas que mi macro es incapaz de acercarse más.
La otra diminuta preciosidad es un diseño de Marie Suarez bordado sobre un lino finísimo y montada en forma de tarjeta con una dedicatoria que, de verdad, yo no merezco: Merci.
Danièle ha participado en la primera edición del SAL Mon Cahier de broderie y me gustaría que echarais un vistazo a su blog para ver el libro terminado, porque su realización ha sido espectacular, con un colorido diferente pero precioso y un acabado impecable, como son siempre todas sus labores, en las que predomina el punto de cruz en esta escala 1/1 tan exquisita.
El tamaño de la tijera, 10 cm, os ayudará a imaginar las dimensiones de estas dos bellezas.
Me encanta verlos, tocarlos, recrearme con el delicioso aroma de la lavanda, pero no quiero que se ensucien o se estropeen, así que me he comprado unos marquitos-caja y los voy a colocar dentro para que se conserven perfectos mucho tiempo.
Cuanto más lo miro más bonito me parece y más envidia me da de poder hacer esas cruces tan pequeñitas, ¡quién pudiera, con lo bonito que queda!
Yo sí que tengo que darle las gracias a Danièle, porque su regalo ha sido la mejor sorpresa de esta Navidad y porque su participación en mi proyecto ha sido brillante, desde luego ha mejorado mi idea, porque borda mejor que yo y porque es absolutamente primorosa.
¡¡¡GRACIAS, DANIÈLE!!!, ¡¡¡¡MERCI, DANIÈLE!!!!