Si un día necesitáis un postre rápido, sencillo, barato y no sabéis por dónde empezar, estas torrijas son una solución que ni pintada. Son una imitación burda de una antigua receta de Martín Berasategui que, además de ser una estrella, sirve un pan impresionante en su restaurante y hace torrijas con él.
También las hacen los Morán en su estupendo "Casa Gerardo", pero a ellos les salen mejor que a mí.
Claro que a quien no las haya tomado allí, le encantarán éstas que os contaré.
Necesitáis un pan cualquiera (mejor si es atrasado), leche, azúcar, canela, vainilla, coñac.
Cortáis el pan en rebanadas gruesas y les quitáis las cortezas, dándoles una forma guapa
Ponéis 3/4 l. de leche con el palito de canela, pizca de vainilla, pizca de coñac y trocito de corteza de limón (si tienes), a hervir a fuego suave.
Cuando haya cocido un ratito, se añade el azúcar, según vuestro gusto, unas 6 cucharadas soperas, por ejemplo.
Poner los trozos (sin amontonarlos) en la decocción de leche para que se empapen bien y se esponjen; no tengáis miedo, no se romperán.
Colocadlos escurridos en una fuente y dejad que la leche siga cociéndose para que reduzca un ratillo. Mientras,las torrijas se enfrían.
Cuando la salsa se haya reducido y espesado (no tarda mucho), dejadla enfriar.
A la hora de servir, colocar la torrija en el fondo de un plato y acompañarla con unas cucharadas de la salsa de leche.
Espolvorear un poco de azúcar en grano y requemar con el soplete. Listas para comer.
Os aseguro que gustarán a casi todo el mundo, por la textura del pan, que queda firme pero completamente meloso, por el delicado sabor, que recuerda tantísimo al arroz con leche y por el aspecto, muy apetecible y delicado.
Cuando las pienso con antelación y quiero esmerarme, las hago con brioche, que sale muy bueno en la máquina de hacer pan. Éstas de hoy son de barra cutre que quedaba por ahí, pero están deliciosas igualmente.