Desde que Cathy (Le Chalet des Perelles) publicó el post en el que regala un gráfico precioso con un motivo de cerezas, la fiebre de esta fruta se extendió como una epidemia por toda Europa y no solo es que se consuman más, sino que se bordan; desde Nuria a Pascale, todas las blogueras-estrella han publicado sus versiones, a cual más guapa, de la diminuta y coqueta rama de cerezo con su goloso pajarito que se las come todas. Y claro, yo no iba a ser menos, teniendo en cuenta que el motivo es monísimo y que me encanta copiar a las mejores, me faltó tiempo para ponerme manos a la obra.
Hubo además una coincidencia feliz y es que la semana anterior, en la frutería donde compro, empezaron a llegar las mejores cerezas de montaña de Cáceres y no pude resistirme, me llevé ¡cuatro cajas!, o sea 8 kilos, para hacer mermelada antes de que la temporada se me acabe y me quede sin ellas como me pasó el año pasado.
Como las cerezas estaban en un momento espléndido, el resultado han sido 16 tarros de una confitura excelente, de las mejores que he hecho en mucho tiempo, oscura, densa, suave, con un sabor estupendo.
Una pequeña cucharada sobre la tostada del desayuno y ya no hay nada que se nos ponga por delante en todo el día.
Con estos antecedentes, este fin de semana volví a entrar en racha con las cerezas y, aparte de comérmelas, busqué alguna excusa para bordarlas, porque además no me apetecía ninguna de las labores que tengo empezadas.
Empecé por un pequeño cojincillo, en el que experimenté con hilos de seda de Atalie sobre tela de lino Belfast en un color grisáceo natural con un resultado precioso.
Para rematarlo utilicé una puntillita rústica y una tela de algodón en un tono verde lima muy alegre.
No me extraña que este gráfico haya encantado a todas las chicas bordadoras porque es realmente precioso y con muchas posibilidades y además, ¿a quién no le gustan las cerezas? Yo siento una especial debilidad por ellas y creo que es más estética que gastronómica, porque hay pocas frutas más bonitas, con esa intensidad de color, el brillo, la forma,... Recuerdo cuando de niñas jugábamos con ellas y las usábamos como pendientes, siempre buscando las que venían emparejadas para colgarlas sobre la oreja. Hoy no lo hago pero me sigue encantando verlas.
Cuando terminé el alfiletero o lo-que-sea, me remordió un poco la conciencia por trabajar tan poco y entonces probé a bordar el mismo motivo en un trozo de ese lino viejo que ya he usado en otras labores y con el que pensaba hacer un tapete para una bandeja.
La trama de este lino es bastante irregular por lo que las puntadas quedan algo desiguales, pero está bastante gracioso pese a todo. En esta versión utilicé hilos DMC porque los hilos de seda no pueden lavarse.
Decidí poner un poco de relleno al tapete para darle un poco más de cuerpo y me inventé un acolchado "made in Covi", hecho a máquina, por supuesto, que yo soy muy vaga (bueno y que no sé acolchar a mano, todo hay que decirlo).
Para rematar los bordes utilicé unas tiras de la colección "Strawberry fields" de Moda, una de lunares y otra con florecillas.
Y qué me decís de los alfileres que me compré en "La casina roja", ¿no parecen hechos para la ocasión? Voy a tener que dejarlos ahí como parte de la obra. Me encantan.
El tapete tenía una misión predestinada desde que un día me dio el ataque de maquear una bandeja que andaba rodando por el garaje hecha una porquería. Dudando entre tirarla o recuperarla, por si acaso le di una mano de pintura blanca sobrante de los techos y la olvidé durante más de un mes. Luego volvió a cruzarse en mi camino y entonces le metí una friega con lija hasta que asomó por algunos sitios la mugre de debajo. Seguro que no acertáis lo que vino después, pues sí, ¡el betún de Judea! ese ungüento mágico que todo lo convierte en una antigüedad respetable. Después vino la cera y un poco de polvo talco para acabar el tacto sedoso y enseguida el indulto: la bandeja volvió a casa y se destinó al porche, donde pasamos todo el día en el buen tiempo y claro, necesitaba algún tapete de su medida.... El resto ya lo sabéis.
El caso es que, entre unas cosas y otras, se pasó el fin de semana y estuve de lo más entretenida. Las fotos quedan muy aparentes pero cuando miro al natural en qué gasté tantas horas, no sé si me entra un poco de remordimiento. Bueno, no, que también dormí la siesta, escuché música, leí un cómic que se titula "Nocilla experience", ordené mi cuarto de costura y me hice las uñas, jjjjj De otras cosas no os cuento porque es mejor olvidarlas, ¿o vamos a considerar interesante la limpieza de los cristales?
¡Hala!, la próxima semana toca mermelada de albaricoque, a ver si alguna me saca un grafiquito ad-hoc.