Poco a poco el invierno va quedando atrás y con él se van a ir las flores de la mimosa que nos han estado alegrando la casa durante las últimas semanas. Este año la floración ha sido especialmente generosa, creo que por la poda que le dimos la primavera pasada, que eliminó ramas demasiado largas o en peligro de romperse y le dio una copa mucho más equilibrada y llena.
Es una delicia sentarse a mirarla detrás de los cristales mientras hago punto de cruz o leo un rato. Esa explosión de amarillo que llena de aroma todo el jardín, es casi la única fuente de color en esta época, por eso le tengo tanto cariño.
Pero el invierno es largo en esta latitud y eso nos obliga a pasar mucho tiempo dentro de la casa, por lo que también apetece alguna flor que proporcione alegría y color a nuestra vida.
Hace algunos años me regalaron mi primera Phalaenopsis, la orquídea más común en las floristerías y la que más se cultiva por todas partes y, aunque me pareció preciosa cuando llegó, confieso que la traté con cierta distancia, guiada por el prejuicio absurdo de que su delicadeza haría inviable su supervivencia en mi casa y, por tanto, no merecía la pena dedicarle mucha atención.
Olvidada en un rincón del salón, aguantó estoicamente mi indiferencia y se buscó sola la manera de adaptarse, dándome una lección de supervivencia y persistencia y demostrándome silenciosa lo absurdo de mis prejuicios. Después de años comprendí su mensaje y empecé a dedicarle algo de cariño, le busqué un lugar junto a la ventana, justo frente a la mimosa, le puse un poco de agua de vez en cuando y su agradecimiento fue espléndido, como podeis ver en la foto de arriba. Nunca más ha vuelto a quedarse sin flor y cada vez está más guapa.
Después vinieron otras a hacerle compañía y su elegante y discreta presencia se ha hecho imprescindible para mí. Ahora voy por la calle y siempre miro los escaparates de las floristerías para ver cómo están las "phal", que es como las llaman cariñosamente los entendidos.
Ya tengo seis y espero seguir aumentando la colección con nuevos colores, siempre tan delicados y especiales. Además, colocarlas en grupo permite tener flor continuamente, porque mientras unas reposan las otras se llenan .
Si nunca habéis cultivado estas maravillosas plantas, os aseguro que no hay nada más fácil y agradecido; luz, calorcito y un poco de agua de vez en cuando (ahora hasta les pongo unas gotas de abono especial una vez cada mucho tiempo). Con eso tendreis preciosas flores durante todo el año.
En mi casa están colocadas en ventanas orientadas al Este y al Suroeste y en ambos casos están encantadas, fuertes y saludables, incluso teniendo un radiador de calefacción justo debajo.
Este post es mi manera de agradecerles todo lo que me dan y pedirles perdón por no haber confiado en sus posibilidades. A veces también hacemos eso con las personas, ¿o no?