PETO DE COSTURERA
Veréis, este es un momento muy especial: en estos días he cumplido un año como jubilada y dos como bloguera de mis cosas, dos circunstancias que han ido de la mano y que se complementan muy bien. Pero además, dentro de muy poco, la casa de mis sueños, la que construí con mis propias manos (y os prometo que no es un decir), cumple 20 años y al fin puedo disfrutarla plenamente porque ahora sí tengo tiempo para ello. Así que esos son más motivos para andar de celebraciones un día sí y otro también.
Hice yo esta casa con ladrillos de testarudez e inconsciencia y después de hecha, ya sin un duro para el resto de mis días, tuve que inventar qué meter dentro de ella para que pudiera ser habitable y esa necesidad se convirtió en un apasionante peregrinaje por los rastrillos y chamarileros, los brocantes que dicen los franceses, en busca de gangas reutilizables para llenar huecos y dar calor. Muchas de esas adquisiciones eran provisionales (decía yo) y siguen aquí 20 años después porque dicen que "no hay nada más definitivo que lo provisional".
Uno de esos trastillos es una mesilla de noche que era tan poca cosa que el vendedor ni me la quiso cobrar y así, llena de mierda, me la traje a casa encantada de la vida. La primera escala siempre es en el garaje, donde se hacen los primeros auxilios de limpieza, decapado, lijado, reposición de herrajes, tratamientos y lo que se me ocurre, incluso a veces luego se quedan allí durante meses. Esta mesilla, de hecho, pasó largo tiempo en espera, aunque le hice una primera inspección para comprobar su estado y para descubrir en uno de sus cajones un trapillo arrugado, sucio y asqueroso que casi daba grima tocar y que habría tirado de no ser porque la curiosidad siempre me puede.
Os confieso que el trapillo dio mucho de sí, porque una vez lavado y planchado, lo miraba una y otra vez, del derecho y del revés, sin conseguir imaginar el uso que podría haber tenido en su vida anterior; el objeto tenía su gracia y había detalles que hacían pensar en una cierta coquetería, rodeado de piquillo por todas partes, bien confeccionado y aunque algo roto y bastante gastado, todavía mantenía algún encanto. Del síndrome de Diógenes ya os he hablado, así que, claro está, lo guardé. Y cada cierto tiempo lo sacaba, lo miraba y pensaba para qué podría utilizarse aquello. Luego, años más tarde, en uno de esos escasos días en que me da por ordenar el armario de los trapos y retales, lo volví a sacar a la luz y me decidí a ponerlo de moda: tenía bolsillos, por tanto debería servir para guardar cosas y por su forma, debía ser colgado para ser útil, pero no tenía cintas ni tirantes para colgar, así que aquel imperdible oxidado que tenía prendido el primer día, era la clave. Y de pronto se hizo la luz: dos imperdibles, prendido a mi camisa y ¡voilà!, el dedal en un bolsillo, la tijera en otro, el hilo por allá....¡Mi peto de costura!
Reconstruído, un poco recosido, gastado, pero ahí sigue, como yo, después de los años y me ha ayudado mucho durante este tiempo en que hemos hecho las cortinas, las colchas, los cojines, los manteles y hasta hemos tapizado los sofás. Uno de los accesorios más cómodos con que cuento a la hora de coser en serio, cuando hago kilómetros de costuras y necesito estar todo el día con la herramienta a mano sin perder el dedal ni preguntarme dónde habré dejado la tijera.
Ahora os enseñaré sus versiones actuales, aquellas que llegarán a ser como él si les dais mucho tiempo y mucho trabajo
Como todas las prendas de vestir, admite versiones de fiesta y de diario, de campo o de playa, pero la utilidad va a ser la misma para mí, aunque no descarto que alguna pintora decida que le gusta para llevar el lápiz y la goma de borrar, son cosas personales.
Sobrio y elegante en esta combinación de linos...
Elegante pero más pizpireto y con un toque flamenquito...
Y por qué no en un rollito patch, con esas telitas Moda, que son una delicia de suavidad y un relleno de finísima lana que es una caricia....
Los franceses llaman a las cosas impactantes "un coup de coeur" y nunca mejor dicho para una prenda con tanto corazón.
El revés, bien rematado y adornado con su etiqueta "atelier couture", todo muy "chic" ¡Oh, là là!
Los bolsillos son todos iguales y su diseño es perfecto, porque esa forma ayuda a que quepan más en menos espacio
Corazones para todos los gustos que cada una de vosotras interpretará y reinventará hasta el infinito y que harán que en poco tiempo medio mundo vaya por casa con el pecho lleno de corazones.
Supongo que las fotos ya casi os han dado todas las pistas para que podáis hacer un peto perfecto, pero os he prometido un tutorial para ayudaros y enseguida lo podreis descargar. Antes dejadme que os cuente algo más:
Fijaos en esta foto porque los objetos que aparecen no están juntos por casualidad: tienen los mismos colores, una estética muy parecida, una finalidad paralela, son igual de útiles, son bonitos y, al menos en mi casa, van a pasar juntos los próximos 12 meses. Mi peto de costurera y el libro de Marie Suarez "Mon cahier de broderie", la joya editorial del año en el mundo de las labores y uno de los libros didácticos más bonitos y útiles que yo conozco. Me gustó tanto cuando lo compré que me he pasado el verano elaborando un proyecto para sacarle todo el jugo que yo creo que puede dar y hoy puedo deciros que estoy deseando ponerlo en práctica porque creo que será una labor maravillosa. Esto es un adelanto de esa aventura que muy pronto voy a proponeros y para la que harán falta muy pocas cosas, pero la más importante será este libro y podeis encontrarlo en "La Casina Roja". Espero compartir ese camino con muchas de vosotras.
Todas las telas de este artículo han sido adquiridas en "Lunares patchwork"