A pesar de que tengo para mí todo el tiempo del mundo, no sé cómo me las arreglo que soy incapaz de hacer todas las labores que me apetecen, con lo que la lista de espera es ya tan larga que se me olvidan las que estaban en el principio y van siendo sustituídas por las últimas en llegar porque cuando veo las novedades en las tiendas, soy incapaz de resistirme.
Pues bien, la sencilla labor que os enseño hoy es producto de una casualidad surgida al tiempo de hacer mi Cahier de Broderie cuando, al bordar algunos puntos de ese proyecto no conseguía hacerlos bien y comprendí que, aparte de mi falta de conocimientos técnicos, las telas que había elegido no eran las más adecuadas para el bordado tradicional y empecé a pensar que me gustaría probar a hacer esos mismos bordados en una tela más adecuada. Ese tema surgió en cuanto tuve oportunidad de hablar con Nuria, la dueña de La Casina Roja y ella, que es inquieta y está muy atenta a las necesidades de sus clientas, enseguida buscó algo con las características que yo le había comentado y poco tiempo después tuvo en su tienda un lino Zweigart llamado "Kingston", de 22 hilos/cm (56 counts), con una textura y una consistencia maravillosa.
De inmediato quedé fascinada con esa tela de calidad impresionante, finísima pero con cuerpo, traslúcida pero de trama cerrada, que conserva su apresto incluso después de lavada y que se borda estupendamente, como yo pensaba. Sin embargo, pese a las ganas, he tardado mucho en decidir qué hacer con él y el tapete de bandeja que os muestro aquí es la prueba de costura antes de emprender el proyecto definitivo que muy pronto os contaré y estoy segura de que a muchas os encantará.
El proyecto se iluminó de repente cuando Nuria tuvo la también feliz idea de traer a la tienda dos libros de bordados de la japonesa Kazuko Aoki, cuyos diseños florales frescos, silvestres y delicados admiro desde hace mucho tiempo. En cuanto los dos libros llegaron a mi casa, el lino Kingston salió inmediatamente del cajón y me faltaron minutos para hacer este ensayo, porque es imposible ver toda esa inspiración y no querer hacer algo con ella.
Un sencillo tapete para la bandeja que uso en el jardín era la labor perfecta para empezar a practicar y los bordados de puntos sencillos y motivos vegetales de Kazuko Aoki eran de lo más indicado para la ocasión. De una de las escenas de un maravilloso prado florido que aparecen por todo el libro separé unas ramitas de espliego que me gustaban mucho y "las dejé caer" sobre mi tapete, tal como si el viento las hubiera traído de verdad hasta él.
Los puntos sugeridos por la autora son sencillos para todas las que hemos hecho el gran "Cahier de broderie" de Marie Suarez: punto de tallo, punto de margarita, punto de nudo, hilos DMC de los colores que había por la casa y enseguida el pañito olía a campo. Luego la vainica ya fue otro cantar, me costó bastante más que el bordado, pero queda tan bonita que no tenía alternativa.
Hemos quedado en que era una prueba, o sea que lo interesante es hablar de los resultados de la misma, que es lo que os puede servir si no conocéis la tela. Bordar en ella ha sido increíble, nada que ver con los linos que yo había manejado hasta ahora, se mantiene tersa y los hilos de la trama no se desvían aunque se tire del bordado incluso si no se usa bastidor y he probado de las dos maneras.
Sacar hilos para la vainica es limpio y fácil ya que, aunque no se deslizan demasiado bien por lo cerrado de la trama, la fibra es resistente y aguanta los tirones sin romperse, con lo cual el trabajo se realiza cómodamente. También el bordado de la propia vainica se realiza con mucha facilidad, claro que he sacado dos hilos para hacerlo más visible.
En el lavado, como todos los linos, ha soportado condiciones exigentes y el planchado es impecable con un poco de humedad; bien es verdad que para estas fotos le puse un poquito de Toke por el revés, pero ya veis en el modo de sostenerse doblado sin desmayarse la consistencia que tiene, aunque el tacto no es de esa "tiesura" desagradable que tienen ciertos tejidos sintéticos que da grima tocar.
El color es de un blanco puro muy natural y lo he conservado así porque me recuerda aquellos blancos impolutos de los ajuares de antes, cuando nuestras abuelas usaban todos los métodos a su alcance para lograr esa limpieza inigualable. Ahora bien, aunque no lo he probado, estoy segura de que podrá quedar precioso teñido como les pasa a todos los linos, que adquieren siempre tonalidades especiales con el tinte. El lino es una fibra dura y bastante impermeable, que acepta muy bien los tintes pero no los absorbe en exceso, por lo cual es difícil que se sobresature de color, consiguiendo casi siempre (sobre todo si se usan tintes naturales) tonos apagados y un poco lavados, siempre preciosos para las labores.
Esta imagen tomada en condiciones de iluminación de mucho contraste pone en evidencia perfectamente el tipo de transparencia que os comentaba, muy leve con esta luz y apenas perceptible con luz normal, es decir, que pese a la finura del tejido es bastante más opaco que el llamado lino italiano que suele venderse habitualmente en las tiendas convencionales de tejidos. Esa cualidad hace que sea indicado para más usos porque la transparencia no siempre es deseable en prendas de lencería del hogar. Además, este lino es calibrado, es decir, que su trama permite punto de cruz del mismo alto que ancho y he tenido la osadía de probar a hacer un poquito de punto de cruz sobre dos hilos del tejido y el resultado es alucinante, maravilloso y casi invisible.
Este lino se vende en cortes pequeños como sucede con los demás linos de bordado pero en este caso el ancho de la pieza es de 180 cm, superior a los otros linos, que son de 140 cm. Eso hace que sea más aprovechable para prendas como manteles, cortinas, cojines, etc., que requieren tejidos de anchos especiales.
Supongo que no me quedan más informaciones que daros; ahora sigo investigando la cantidad de cosas preciosas que me gustaría hacer con esta tela tan especial y ya sabéis que todo lo que se me ocurre os lo cuento enseguida así que, pronto tendreis noticias mías.
De los libros de Kazuko Aoki solo puedo deciros que están llenos de detalles que alimentan la inspiración y que te hacen pensar aquello de "¡Claro!, ¡cómo no se me había ocurrido algo así!". Cada una de esas ramitas, flores, hojitas, hierbas silvestres, que parecen surgir directamente de un prado a principios de verano, son tan apetecibles y fáciles de bordar que te ponen una tela y una aguja en la mano antes de que te des cuenta. Son para sacarles muchísimo partido.