FLAN FÁCIL
En la cocina, como en tantas otras cosas, se van imponiendo nuevas modas, se adoptan nuevas combinaciones o nuevas formas de cocción, nuevos ingredientes o distintos tratamientos de los que ya había, pero el caso es que, sin que nadie sepa cómo, platos que pertenecían a la gastronomía familiar desde tiempos remotos desaparecen sin dejar rastro y nos acostumbramos a sustituirlos por las novedades, sobre todo si éstas se pueden comprar ya preparadas, ¿o no?
Pues bien, hoy por la mañana (sol, viento sur, 23º en el exterior) me organicé para lavar a mano y poner al sol unos encajes antiguos que acaban de regalarme y, de paso, instalarme en la butaca de mimbre con su alforja y ponerme a coser.
Desde luego, lo que menos me apetecía era cocinar pero, ya sabeis, invitados de fin de semana y la necesidad imperiosa de improvisar un postre y que no sea repetido (porque el invitado es fijo de la casa todos los fines de semana y ya me conoce todo el repertorio, jjjjjj), dieron al traste con mis planes de relax y me dispuse a resolver en un abrir y cerrar de ojos. Unas vueltas al disco duro y a los cuadernos de recetas para buscar una solución de compromiso y de pronto recordé que hace al menos 15 años que no hago flan, sí, sí, aquel flan de las abuelas de toda la vida y que en su día dejé de hacer porque a mis niñas no les entusiasmaba la textura babosa y ese regusto final que en asturiano diríamos "huevizu". Obviamente es de lo más fácil, rápido, barato y no tenía ganas de discurrir, así que me decidí rápidamente aunque con una opción final que me alegro de haber tomado: ponerle leche condensada en lugar de azúcar, lo cual cambia notablemente la textura final y también rectifica para mejor el sabor.
Una vez que veis el aspecto del flan recién desmoldado (por si eso os anima), vamos con la receta, aunque estoy segura de que todas teneis vuestra propia receta de flan:
1 bote de leche condensada de 350 ml.
1/2 l. de leche entera
4 huevos
150 g. de azúcar para caramelizar el molde
Opcional (Pero mejora la receta): Pizca de vainilla, palito de canela y trocito de corteza de limón
Para acompañar:
Un vasito de queso fresco bajo en grasa o requesón
3 cucharadas de nata líquida
2 cucharadas de azúcar
Encendemos el horno a 180º y ponemos ya una bandeja con agua para el baño María, donde quepa el molde en el que haremos el flan. Yo he elegido una corona de silicona, la misma que uso para el bizcocho de mantequilla.
Ponemos a hervir la leche natural con la vainilla, canela y piel de limón. En cuanto rompa el hervor retiramos y dejamos enfriar.
Mientras tanto, hacemos el caramelo con el azúcar, unas gotas de zumo de limón y dos cucharadas de agua. En cuanto funda completamente, lo vertemos en el fondo del molde y dejamos enfriar.
Batimos con las varillas los huevos con la leche condensada hasta que esté espumoso y luego añadimos la leche que hemos aromatizado antes, batiendo un poco más.
Enseguida vertemos la mezcla dentro del molde y metemos al horno (sobre la bandeja con agua) donde cocerá por espacio de unos 40 minutos, hasta que la superficie del flan aparezca ya oscura y al pincharlo no manche la aguja.
Mientras el flan se cuece, mezclamos el queso fresco, la nata y el azúcar hasta una consistencia algo más ligera que la de nata montada y metemos en la nevera hasta el momento de servir.
Desmoldar el flan apenas haya enfriado un poco, para evitar que el caramelo se solidifique en el fondo del molde. Dejar enfriar en frigorífico hasta la hora de comer.
Servir una porción de flan acompañado de una cucharada del batido de queso y unos hilos del caramelo. (No hagáis lo que yo, elegid un plato antiguo pero que no esté roto, jjjjjjjj)
Algunas observaciones que me gustaría comentaros: los aromas añadidos a la leche rectifican el sabor del flan, dándole un gusto más refinado. También la leche condensada contribuye a este efecto.
Por otro lado, la leche condensada y la cocción de horno le dan una textura mucho más firme, de tal manera que puede cortarse y servirse con pala sin que se desmorone y manteniendo intacta la forma del molde y, lo que es más importante, en boca resulta más consistente aunque suave, más parecido a la tarta de queso que al flan tradicional.
Yo me quedo con estas pequeñas innovaciones porque el resultado final ha mejorado mucho con respecto a lo que recordaba de antaño y aunque solo sea un poco, es mejor que todos los comprados en el súper.
Y por último, ya sabéis, si hay niños o ancianos en casa, es un alimento suave pero muy nutritivo. Buen provecho