Seguro que alguien se preguntaba si me habría muerto, después de varios días sin aparecer por aquí y, la verdad, ya veis que no pero me faltó poco. Como es costumbre, este fin de semana me preparé un buen programa de actividades que incluyó el remate y puesta en funcionamiento del cajón del compost ( ya os pondré fotos cuando lo haya disfrazado de un colorín discreto) que ya está prácticamente lleno de residuos del jardín convenientemente dispuestos según las recetas de los expertos y ha empezado su proceso de transformación en ese abono milagroso que me va a poner el jardín a vivir dentro de unos meses (vaya usted a saber).
Y claro, había que recomponer el paisaje rellenando de nuevo los "lagos de Covadonga", proceso que me ocupó los dos días de sol a sol y me dejó en un estado pre-catatónico, con agujetas en articulaciones que ni sabía que yo tenía. Empecé áchicando el agua retenida a cubos, no puedo precisar cuántos, pero algo salvaje para la espalda aquel ejercicio de agacharse hasta las "profundidades", levantarse con el cubo lleno y aventar el agua lejos,... ¡Ufffffffffff!
(Aunque la perspectiva no es fiel a las proporciones, el hoyito mide 4 metros de largo)
Luego vino la fase de relleno, una gozada con esa tierra empapada (la noche del viernes había llovido lo que aún quedaba por caer) y arcillosa que a los 30 segundos recubre las herramientas y los zapatos y tira de ti hacia abajo con tal fuerza que te hace imaginar las arenas movedizas. Una auténtica pesadilla, palabra.
Como recomiendan mi admirada y envidiada Maruxa y el experto David Austin, puse primero una buena capa de estiércol regalo de mis vecinos, luego le mezclé la tierra buena que había salido del hoyo, añadí después una generosa cantidad de tierra comprada (había perdido mucho volumen por la cantidad de piedras enormes, cascotes y otras porquerías que abundan en mi terreno y que tuve que retirar) y terminé con la tierra menos buena, previamente trabajada con un poco de turba, arena y humus de lombriz a ver si consigo rectificarla un poco.
(El mismo hoyo ya casi completamente colmatado)
En los hoyos más impermeables porque están en llano y porque su horizonte de arcilla debe medir dos metros de profundidad, como no quiero correr riesgos, terminé cubriendo con plástico, en un intento de evitar que acumulen demasiada humedad al menos hasta que se vuelva a compactar el terreno y deje resbalar parte del agua.
(esas mierdecillas que veis por ahí son bergenias de las que había esquejado hace una temporada)
Y aquí unas cuantas "piedrecillas" de las que fueron saliendo, apartadas en espera de colocarse en la rocalla si soy capaz de convencer al artista de que prescinda de alguna de sus meditaciones urgentes y me ayude a llevarlas hasta allí. Hasta donde están ahora pude llevarlas rodando, pero dudo que pueda subirlas a un carretillo para viajar a 50 metros de distancia. Claro que siempre las puedo empujar con la cabeza,...ya sabeis que la tengo bastante dura.
Todo esto suena un poco fuerte visto desde afuera, pero son precios que una tiene que pagar por sus caprichos; al fin y al cabo, las mujeres parimos y somos capaces de olvidar lo que nos duele cuando vemos el retoño. Así me va a pasar a mí cuando huela las rosas allá dentro de....un tiempo, se me habrá olvidado el dolor de riñones, de manos, de espalda y de rodillas.