La primavera produce efectos estimulantes en mí, yo creo que paralelos a los que experimentan las plantas (será que ya estoy en condición vegetal), comienzo a hacer gran parte de mi vida en el exterior y dedico mucho tiempo a arreglar el jardín que se despierta desordenadamente del letargo invernal. Al mismo tiempo que arreglo frenéticamente los parterres y las macetas, siego el césped compulsivamente y planto nuevas plantas a diestro y siniestro, siento la necesidad de limpiar y reorganizar el mobiliario de exterior y disponer de la manera más cómoda y atractiva posible el espacio en el que paso muchas horas desde ahora hasta la llegada del otoño.
Este año decidí que tanto las sillas como el armario que tengo en el porche estaban en un momento crucial y que las opciones eran solo dos: tirarlos a la basura o darles una mano de pintura a ver si el arreglo los rescata al menos un año más. Dicho y hecho, un bote de pintura blanca, unas gotas de colorante negro y una pizca de azul y en pocos minutos me preparé un fresco tono gris muy nórdico que realmente ha funcionado y en un par de días he vuelto a estrenar mobiliario
Por el momento "dan el pego" a falta de hacer unos nuevos cojines y algún retoque más y espero que duren por lo menos este año, aunque ya sabeis que "no hay nada más definitivo que lo provisional", o sea que igual me encuentro con que la pintura resulta buenísima y me duran otra pila de años, ¡quién sabe!
Aquí se ve un poquito mejor el color, que en otras fotos parece blanco.
Aquí no llueve, se disfrutan buenas vistas, se aprovecha todo el sol y también hay buena sombra, así que me paso el día trasladando el trasero y el costurero a la zona más conveniente en cada momento.
Pero claro, no hay dos sin tres y cuando acabé de pintar todo esto me sobraba bastante pintura y siempre que me pasa empiezo a buscar a mi alrededor a ver si algún trasto más precisa de mi intervención y así aprovechar el sobrante; total, ya está una con el rodillo y la brocha en la mano y la inercia te empuja a seguir.....Así las cosas, puse mis ojos en un espejo que, ¡hace dos años!, había colocado a la intemperie a ver si el viento, la lluvia y el sol le sacaban algún partido o lo fulminaban definitvamente. Era la parte superior de un antiguo tocador de castaño que tuve que tirar a la hoguera porque tenía más carcomas que madera; curiosamente, el espejo no estaba afectado así que lo desclavé al lado mismo de la hoguera y lo apoyé contra un muro donde reposó durante dos largos años sin perder la compostura.
¡Qué quereis que os diga!, si algo resiste semejante trato se merece un indulto, así que eso es lo que he hecho. Con una lana de acero lijé el barniz que le quedaba antes de darle una mano de la pintura gris.
Una vez seca la pintura, nuevamente un poco de lijado en los cantos para dejar a la vista partes de la base. Una mano de betún de Judea bien frotado con paño seco le da el aspecto falsamente envejecido que queda muy resultón.
En la parte inferior tenía otro espejo que había perdido el baño y era solo un cristal sucio, así que le pegué encima dos láminas gemelas de apuntes de arquitectura que hace siglos vinieron de regalo en una revista (creo, pero ya no me acuerdo bien; esto se llama "síndrome de Diógenes", que se refiere a la gente que guarda toda la mierda que encuentra).
Después me di cuenta de que las láminas, colocadas por fuera del cristal, corren el riesgo de salpicarse y echarse a perder, por lo que les pegué encima una lámina de plástico transparente adhesivo (airon-fix, para entendernos) que queda estupendo y nadie nota lo que es, jjjjjjj
Aunque el espejo está bastante rayado y deteriorado sirve de sobra para lo que hay que ver, así que enseguida lo coloqué en un aseo que tenía otro espejo muy insulso. Luego, unas florecitas y unos frasquitos de muestra de perfumes y ha quedado encantador, vamos que hasta me miro en él de vez en cuando.
Ahora cuando lo miro agradezco haberlo conservado porque tiene mucha gracia.
Moraleja: si tenéis algún trasto viejo por casa no lo tireis a la primera, daos un tiempo sin mirarlo a ver si entre tanto se os ocurre darle un giro diferente, nunca se sabe.