Ya os comenté que el fin de las vacaciones y mi posterior larga ausencia de mi casa terminó con una inmersión profunda en mis múltiples labores empezadas, ansiosa de acabar alguna y sobre todo, ansiosa de bordar lo que fuera, con tal de sentir una aguja y una tela entre las manos. He sido capaz, he podido terminar alguna de mis obras pendientes, pero no sería yo si no hubiera intercalado alguna cosa nueva, pequeñas cosas hasta el momento, pero no por ello menos bonitas y divertidas de hacer.
Esta que hoy os enseño es "Le poulet" (El pollito), un diminuto sampler diseño de Blackbird Designs con un colorido maravilloso y que me enamoró en cuanto lo vi en el escaparate virtual de La Casina Roja; como hago siempre, lo compré enseguida y la ocasión para bordarlo se presentó de inmediato ya que se me presentó sin esperarlo un nuevo viaje a Madrid para cuidar a Violeta, así que lo metí rápidamente en el costurero de viaje y una vez sentada en el tren me dispuse a entretener el viaje haciendo unas pocas cruces.
Y menos mal que llevaba otras cosas previstas para entretener ese largo y tedioso trayecto, porque, para mi disgusto, no pude ni dar una puntada. Porque con las prisas, al preparar el neceser de costura me equivoqué de tela y puse un trozo de Newcastle (16 hilos /cm) en lugar de Belfast (12 hilos/cm) y claro, para bordar en esa trama tan pequeña yo necesito lupa y unas condiciones ambientales un poco más favorables que el traqueteo del tren y esa luz fluorescente que deslumbra pero que no alumbra, no sé si me explico. Es una reflexión que me hago siempre, ¿quién habrá decidido que los trenes, sobre todo de noche, lleven esa horrible luz, que es excesiva para la mayoría de acividades que se hacen en el tren y que molestan tanto para echar una cabezadita?
Menos mal que Violeta duerme grandes siestas en el parque y allí, cómodamente instalada en un banco mientras ella dormía en su sillita, con esa limpísima luz que hay en Madrid, pude conseguirlo y al cabo de una semana traerme el bordado terminado. Fue un poco más difícil sin mi lupa y tiene algún gazapo que otro, pero ha quedado precioso, una verdadera miniatura pese a bordar sobre dos hilos del tejido.
El bordado terminado mide 9 x 10 cm y pese a que me costaba un poco de trabajo, lo he bordado con dos hebras de hilo porque, aunque hice algunas pruebas con una sola hebra, me gustaba más ese efecto denso que el doble hilo le da al zócalo de cuadritos, lo que más me gusta de este modelo. La tela es de color Flax, que es uno de los que más me gustan por su delicadeza y los hilos son los algodones Gentle Art recomendados en el gráfico, una combinación maravillosa para mi gusto.
Un resultado tan bonito que decidí buscarle enseguida una utilidad que le saque todo el partido y lo haga destacar como merece y la decisión ha sido finalmente una caja-libro, un pequeño joyero o costurero o caja de los tesoros, para disfrutar yo misma o para regalar, ya se verá en su momento.
Lo peor de estas imágenes en planos tan cortos es que se distorsiona mucho la escala de las cosas y lo que parece un baúl es en realidad una cajita diminuta, 11 x 12 cm de base y 4 cm de altura, lo justo para lucir el bordado y, de paso, guardar unas pocas joyas o unos hilos y una tijerita de bordar, quizá una colección de botones antiguos o de pequeñas conchas que alguien guarde de unas vacaciones en una playa exótica. En realidad, el uso es lo de menos, lo importante es lo bien que yo lo paso mientras estoy enfrascada en todo el proceso y sobre todo, ser capaz de encontrar la forma de emplear los bordados en algo que sea, a la vez, útil y bonito.
Para forrar el exterior de la caja he elegido esta vez una tela de algodón de estampado diminuto y muy discreto en tonos coordinados con los del bordado y para cerrarla me he decidido por un lazo de organza.
Para el interior he usado otra tela que tenía en casa de hace tiempo, un estampado floral en tonos verdosos, muy neutros y discretos, que ponen el contrapunto perfecto a la otra tela.
Como elementos decorativos adicionales, he colocado en el interior de la tapa pequeños detalles de costurera, como un trocito de lana por si hay que poner agujas, un mini-carrete de hilo y un botón en forma de madeja.
Tengo un verdadero problema con las técnicas del cartonaje, como con muchas cosas que requieren una cierta habilidad manual o, mejor dicho, una perfecta coordinación óculo-manual, porque mi vista ya no es en absoluto precisa y mis dedos, bastante afectados por la artrosis, ya no tienen la agilidad y sensibilidad necesarias para efectuar según qué movimientos, así que los remates, los pliegues en las esquinas y algunos pasos un poco delicados, me quedan ligeramente chapuceros y casi no me doy cuenta hasta que hago estas fotos tan enormes que muestran con toda crudeza dónde están los errores. Antes me habría enfadado mucho descubrirlos, pero ahora me perdono más y ha aprendido a conformarme con mis nuevas limitaciones, así que pese a todo la veo preciosa y estoy a punto de preparar otra, a ver si a base de intentarlo acabo consiguiendo mejores resultados.
En estos días he terminado varios bordados más, así que tengo la cabeza ocupada pensando en posibilidades para seguir dándoles salida buscando a cada uno el acabado que mejor le vaya, que es siempre lo que más me cuesta. En cuanto tenga alguno listo os lo contaré.