Érase una vez un tesoro que andaba de acá para allá buscando un escondite seguro y así visitaba las tiendas y los anticuarios, las ferias y los contenedores.... y volvía a casa desolado, sin haber encontrado el refugio ideal, el lugar perfecto donde esconderse y descansar.
Nacido entre linos y sedas, al amor de las manos de su bordadora y con aliño de horas hermosas, el tesoro vivía su espera en el fondo de un cajón, entre papeles de seda y telas preciosas. Solo salía de vez en cuando para recordar sus días de luz y se dejaba acariciar y mirar antes de volver a su sueño.
Mientras tanto y sin que él lo supiera, en un lugar no muy lejano su Hada Madrina, llamada Hada Rosa, pensaba a marchas forzadas cómo ayudarlo a encontrar la felicidad en el escondite perfecto. Armada de su poderosa varita y vestida con su capa de estrellas, el hada llamaba a sus duendes y los enviaba volando en busca de los mejores artesanos del reino, que acudieron raudos a su palacio deseosos de cumplir fielmente los deseos de la mágica dama.
Después de estudiar lo que cada uno ofrecía, el Hada Madrina eligió finalmente al "Artesano de las manos de oro" quien recibió el encargo de fabricar el escondite más precioso que pudiera inventar, en el que el Tesoro podría guardarse seguro y al mismo tipo asomarse para ver la luz.
Algún tiempo después, el Hada Rosa tuvo en sus manos la caja más bonita que hubiera podido imaginar y volando en su estela de cometa acudió presurosa a visitar al pequeño Tesoro que no podía creer la maravilla que estaba viendo. Por fin tenía su ansiado refugio, pero además era tan maravilloso como nunca hubiera podido esperar.
Ahora vive feliz en su precioso castillo y desde su ventana contempla en paz el mundo a su alrededor.
Y colorín colorado, este cuento no se ha acabado, sino que acaba de empezar y os aseguro que, incluso contado de otra forma es tan extraordinario y fantástico como lo acabáis de conocer.
...Pues esto fue que un día de hace algún tiempo, yo había terminado un precioso bordado que se llamaba "Woodland berries" y desde este mismo lugar os lo enseñé orgullosa, como hago siempre que termino alguna labor que me guste especialmente (no creáis que enseño todo, no, hay cosas que es mejor no enseñar). Y entre las personas que ese día visitaron el blog, una en particular decidió que ese bordado merecía una suerte especial y digo "decidió" porque no se conformó con esperar a que yo encontrara esa solución ideal, sino que se dedicó a buscarla, como Hada madrina que es y como Rosa se llama.
Primero buscó y buscó sin resultado satisfactorio y después pasó a la acción de otra manera y así discurrió, dibujó, tomó medidas, diseñó hasta el último detalle y entonces fue en busca del artesano que fuera capaz de materializar su sueño.
Y el sueño se hizo realidad y ahí lo teneis: una MARAVILLOSA caja de madera, hecha a la medida, ¡qué digo a la medida!, a la perfecta imagen y semejanza de mi bordado que, aunque bonito, no esperaba merecer una suerte semejante. Con esa tapa increible, en la que el bordado mira asombrado desde su ventanita de cristal a su hermano gemelo tallado en la madera, se ha convertido en mucho más que un objeto, es una enorme prueba de cariño.
De cómo se puede llegar a merecer algo así no puedo daros muchas explicaciones porque para mí misma es un misterio, aunque es verdad que muchas veces me he preguntado cómo es posible que yo tenga amigos de esta calidad y he elaborado al respecto miles de teorías.
De natural individualista, colérico, autoritario, cabezota y bastante intransigente, además de algunas otras lindezas, creo que soportarme y más aún, quererme, es un ejercicio de tolerancia solo al alcance de los más generosos, los más valientes, los más bondadosos, los más comprensivos y así son, justamente, los amigos que tengo. Pocos, claro, porque gente así no abunda. Ellos y mis hijas, que son de esa misma pasta, me sostienen en pie.
Así que el mérito no está en bordar, ni en usar hilos de seda, ni en coleccionar telas, encajes, cachivaches y muchas fruslerías, el mérito está en dejarse querer por gente extraordinaria y así ellos hacen todo el trabajo.
Esta caja es, además, una muestra de la creatividad de Rosa, que se ha conformado con ser profe (para enorme suerte de los niños de este país), pero que podría estar en la cima del mundo diseñando lo que fuera, porque no le caben en la cabeza todas la ideas maravillosas que puede generar. Pero mejor que no, porque entonces yo no la habría conocido y mi vida sería mucho más pobre.
En cuanto llegó la cajita me faltó tiempo para colocar en su sitio el bordado y empezar a usarla. Solo tuve que acomodar el bordado sobre la tablilla que ya estaba preparada para ello, ponerle una telita sencilla por detrás sobre un poco de relleno y rematar con un galón sencillo, apenas una puntilla de algodón y ya está dispuesta para guardar tesoros.
Claro que ya sé lo que estais pensando: ahora el tesoro es la propia caja y no lo que lleva dentro. Es tan preciosa que no paro de mirarla, tocarla, olerla....La pongo encima de la mesa, sobre la alfombra, sobre la cama, voy y vengo con ella por la casa, la tengo a mi lado mientras coso, pruebo a llenarla de unas cosas y otras, pero como más me gusta es con los bordados, los mejores, los más bonitos, así mientras bordo la tengo al lado y la miro de vez en cuando para seguir disfrutando.
Como espero que la caja dure mucho más tiempo que el bordado e incluso, que alguien pueda llegar a heredarla, he sujetado el bordado con pestañas móviles (de las que llevan los marcos de fotos) para que así sea fácil de desmontar llegado el caso y sustituirlo por otro.
La madera está delicadamente tratada, sedosa, satinada y la talla es muy suelta, natural, sin buscar la perfección sino solo insinuar las formas suaves del motivo para conseguir ese juego de paralelismo tan espectacular.
Y, claro, viniendo de Rosa, no podía faltar un último toque especial, representado aquí por la borlita de la diminuta llave, hecha por ella con hilos y cuentas de perla y coral, restos de joyas pasadas, cargadas de historia, recuerdos y nostalgias.
Espero haber podido transmitiros lo que este regalo me ha hecho sentir, lo que representa para mí y lo contento que está mi bordado, que ahora se cree el "summum" de los bordados.
Ahora sí termina por hoy la historia de "La caja de los tesoros" que, a partir de ahora, se va a titular "La caja es el tesoro".
Que seais felices.