BOUNTIFUL HARVEST (SAL ABECEDARIAN IV)
Como cada día 25, os presento el siguiente objetivo de nuestro SAL "Abecedarian Series", el cuarto en este caso, titulado esta vez "Bountiful harvest" o, traducido libremente, "Cosecha abundante o cosecha generosa".
Otro precioso diseño de Alma Allen, la creadora de Blackbird Designs, que recupera modelos antiguos y los recrea con un gusto y una sensibilidad exquisitos, enriqueciéndolos sin caer nunca en el exceso y adaptándolos a los gustos actuales sin restarles nada de su ingenuidad original. La mayoría de estos cuadritos originales se hacían de forma totalmente espontánea, sin diseño previo o apenas esbozado por la propia bordadora, que iba desgranado sobre la tela, con el único recurso de su imaginación, pensamientos y sentimientos, presentados junto con los motivos icónicos de su cultura casi siempre rural: las casitas, el campo, los animales, las plantas, las estaciones, la vida, la familia....Afortunadamente hoy podemos disfrutarlos en estas versiones renovadas que nos permiten compartir con aquellas antiguas bordadoras aficiones y sentimientos.
En esta ocasión se lo he dedicado a mi padre, porque me gusta mucho el diseño y porque el título me resultó sugerente asociándolo a él, ya que pese a su muerte tempranísima tuvo tiempo de dejar en este mundo una abundante cosecha, tanto de hijos (7), como de afectos y recuerdos.
Su muerte, sucedida hace ya 47 años cuando él solo acababa de cumplir los 41, representó la experiencia más crucial y dramática de toda mi vida y marcó para siempre lo que, para bien o para mal, he llegado a ser, porque me colocó en una coyuntura absolutamente cruel, tanto en lo afectivo como en lo material y me empujó a una carrera involuntaria por alcanzar la madurez antes de tiempo, provocando un itinerario vital atípico en el que las etapas cruciales se han ido sucediendo casi siempre a destiempo, aunque el resultado final, si se mira de lejos, casi parece normal.
Ahora sus iniciales destacadas sobre el marco del abecedario y bordadas en color diferente dentro del mismo, igual que su año de nacimiento, son la expresión sencilla de este homenaje que resume todos los pensamientos que le he dedicado cada día de mi vida y que me permiten hoy recordarlo como si no hubiera dejado de verlo nunca.
Era una persona especial, un joven reflexivo, sereno e inteligente, autodidacta y creativo, cariñoso y generoso, de pocas palabras y ninguna altisonante, guapo y buen mozo, que disfrutaba de tener a todos sus hijos alrededor cuando estaba en casa y que se inventó una anticipada forma de modernidad familiar que consistía en hacerse cargo de los niños, la comida y las labores domésticas los domingos y festivos para que mi madre pudiera descansar de esas tareas que hacía sola el resto de los días, mientras él trabajaba 20 horas de cada día para intentar espantar a la pobreza.
Solo conservo de él recuerdos maravillosos hechos de respeto, cariño y orgullosa admiración, porque supo mostrarme una cara de la vida en la que la dignidad hacía soportable incluso la miseria, y en la que nunca faltaba un sueño o una sonrisa. Siendo realista, se me fue tan pronto que no tuvimos tiempo de tener conflictos generacionales, por eso puedo permitirme idealizarlo hasta donde me dé la gana, aunque quizá no habría sido muy distinto, porque siempre estaba de mi parte y no he conocido a nadie que haya tenido un conflicto con él.
En cualquier caso, yo me he esforzado siempre en hacer las cosas tal como pensaba que a él le gustaría y en cada situación he sentido su mirada serena observando mis decisiones y acompañando mis pasos. He tenido presente lo que él soñaba para mí y aunque sin su ayuda no ha sido fácil intentar estar a la altura, al menos he sobrevivido e incluso, algunas (pocas) veces, pienso que ha podido sentirse orgulloso.
Ya veis que esta idea de dedicar los doce abecedarios a personas queridas lleva inevitablemente a la nostalgia, sobre todo si se tiene ya una edad como la mía, en la que es fácil haber perdido por el camino a mucha gente importante. Pero al mismo tiempo ayuda a revivir y recordar y a rescatar todas las cosas buenas que nos han pasado y por las que merece la pena sonreir.
Para este abecedario he usado lino Belfast teñido con té negro ligero, lo que le ha dado un tono crema ligeramente tostado y lo he bordado con los hilos recomendados por la diseñadora.
El único cambio que he llevado a cabo ha sido en los colores de las letras dentro del abecedario, ya que he querido que las de color diferente fueran solo las iniciales de mi padre, M, C, F y por eso todas las demás las he bordado con el color oscuro. Hasta he tenido la suerte de que la inicial grande que aparece al lado de la cesta me venía perfecta para Manuel, así que la he dejado tal cual.
Me encanta el toque que le dan las originales hojas de las grosellas, rellenas con largas pasadas de punto satén, que hace destacar el brillo precioso del hilo rompiendo la monotonía del punto de cruz. Son pequeños detalles que, cuando se administran bien, como en este caso, enriquecen el resultado.
Los colores elegidos son intensos y cálidos y el abecedario, tan sencillo, cobra sin embargo mucha importancia al estar bordado en 1/1 y en un tono completamente diferente al resto, porque eso lo convierte en una pequeña joya dentro del conjunto y lo hace destacar.
Unos cuantos ratos deliciosos son suficientes para bordar este diseño tan precioso y entretenido y el resultado es vibrante, alegre, cálido, realzado por la encantadora guirnalda de grosellas a las que los insaciables estorninos están deseando hincar el pico. La verdadera representación de la alegría de la nueva cosecha.
Y apenas insinuada, la idea del montaje final, que da vueltas en mi cabeza a la velocidad que solo las ideas pueden alcanzar. Os aseguro que ya estoy deseando enseñaros más pero tenemos que ser pacientes, esta va a ser una de esas obras únicas, especiales, que no pueden hacerse de cualquier manera y tengo que meditarla bien.