BOLSA DE PLAYA

Cuando Paula llegó para disfrutar unos días de vacaciones en casa, vino pertrechada de chubasquero, gabardina, zapatos de agua, etc., que era lo prudente habida cuenta del terrible mes de julio que habíamos pasado en Asturias. Pero, de pronto, agosto nos ofreció, cuando ya no lo esperábamos, unos días de sol bastante aceptables para la playa y nos lanzamos a bucear en los armarios en busca de las viejas bolsas, las toallas, las cremas y toda la impedimenta necesaria para ir a darse un baño y tomar un poco el sol. Claro que las bolsas que encontramos eran viejas de verdad y apetecían poco, así que no me quedó más remedio que improvisar un apaño y aprovechar para practicar una nueva modalidad de patchwork.

Hace algún tiempo, mi amiga Pilar (dueña de Maison Decor en Oviedo), me había regalado un precioso muestrario de telas ya descatalogado al que le vi muchas posibilidades, pero que dormía en un cajón en espera de una idea feliz.  Así que cuando surgió la necesidad de la bolsa de playa lo rescaté y le di unas vueltas pensando la mejor manera de hacer un bolso grande y fácil.

Después de varias pruebas y cálculos, elegí una colección de cuatro estampados vegetales coordinados en tonos verdes, blanco y negro, colores que le gustan mucho a Paula y que resultan muy frescos.

Para conseguir el máximo aprovechamiento de los retales y también el mayor tamaño posible de la bolsa, me decidí por cortar las telas en cuadrados y combinarlas siguiendo  un patrón muy simple, tal como se ve en la imagen en la que aparece el planteamiento inicial del modelo básico. Los cuadrados miden 15 cm y apenas me sobraron unos diminutos trocitos de tela.

Después de coser los cuadrados necesitaba darle un poco de consistencia extra, por lo que puse una boata de algodón y acolché a máquina siguiendo las diagonales de los cuadrados. Luego forré con una loneta blanca de Ikea que es bastante gruesa y resistente.

En el interior varios bolsillos, uno de ellos cerrado con cremallera y adornados con pequeños detalles de las sobras de la tela estampada, permiten llevar controladas las cosas pequeñas e importantes, como la cartera, el móvil, las llaves, etc.

Para cerrar la bolsa, después de probar varios sistemas, opté por una cremallera fuerte que nos da un poco más de seguridad cuando la bolsa se queda sola mientras nos bañamos o damos un paseo por la orilla.

Las asas, de cuero negro, las había comprado en Dechado la última vez que estuve en Madrid ya pensando en la posibilidad de hacer bolsas con el precioso muestrario que esperaba en casa.

El resultado ha sido una bolsa cómoda, ligera, con capacidad suficiente para llevar dos toallas grandes, bañadores, neceser y todo lo imaginable y que resolvió rápidamente  el problema planteado. Incluso creo que podría ser  una estupenda bolsa para la compra cuando acabe la temporada playera.

Y me ha gustado tanto que voy a seguir experimentando con el resto del muestrario.