BOLSA DE PATCH
Normalmente, cuando hago un bordado de punto de cruz no tengo un propósito de usarlo en nada concreto, más allá de divertirme haciéndolo y disfrutar de esos momentos de relax y de la magia que supone ir viendo aparecer poco a poco un motivo, una escena o un dibujo. Así me ocurrió cuando bordé el motivo titulado "Rosey", me encantó cuando lo vi en "La casina roja", lo compré, lo bordé enseguida y fue al verlo terminado cuando pensé que quizá estaría bien aplicado en una bolsa. Pero pasó al cajón de las labores "a medias" y no volvió a salir hasta que comencé las clases de patchwork y empecé a observar que mis compañeras llevaban unas bolsas preciosas y grandísimas, muchas hechas por ellas en la propia clase; entonces me acordé de Rosey y la llevé a clase para que mi profe me ayudara a diseñar mi bolsa de trabajo. Ahora ya me acompaña a todas mis clases y por su gran capacidad soluciona de una sola vez las necesidades de transporte de toda la intendencia de las labores de patchwork.
Lo más difícil fue la elección de las telas, porque el lino rosa y la multitud de colorines del bordado, se daban de tortas con todas las telas que le acercábamos; bien es verdad que la profesionalidad y el buen gusto de las chicas de "Lunares" dieron enseguida con la solución , optando por meter varias telas reproduciendo los tonos de los hilos del bordado y unificarlo todo con un estampado ton-sur-ton en tono chocolate que he usado para los bordes, el fuelle lateral y el forro interior.
Ha sido un trabajo diferente para mí, hecho a base de improvisaciones sucesivas, resolviendo cada paso una vez terminado el anterior. Así, empecé por rodear el bordado con un margen de cuadritos en todos los tonos elegidos. A continuación, vimos que venía bien la densidad y suavidad del marrón para delimitar y "serenar" un poco ese festival de colorines.
Por otra parte, después de montadas las telas, vi que el margen alrededor del bordado quedaba bastante descompensado y entonces le añadí en los laterales un piquillo de terciopelo en un tono granate idéntico al de la falda de Rosey y lo rematé con unos botoncitos de madera en forma de corazón. A fin de cuentas, según íbamos añadiendo cosas yo iba perdiendo el miedo inicial a la exageración y acepté que la bolsa adquiría su propio carácter y que tenía que dejarme llevar de lo que pidiera en cada momento.
Ya puestos, llega el momento de plantear la otra cara del bolso y me lanzo a abusar nuevamente de los colorines, combinándolos esta vez en tiras de distintos anchos colocadas aleatoriamente. Luego les di un acolchado sencillo, en línea recta siguiendo el eje central de cada tira y adorné algunas de las costuras con puntos sencillos hechos con perlé Valdani en tono marrón oscuro.
Para el montaje me dejé aconsejar e hice las costuras hacia afuera cubriéndolas con un bies hecho a trozos irregulares de las telas usadas en el resto de la bolsa.
Unas asas de cuero, decoradas por mi profesora con unos corazoncitos calados, refuerzan el estilo rústico y alegre de la bolsa y resultan comodísimas para llevarla colgada al hombro.
Su gran tamaño, unido a un formato sencillo, la hacen muy práctica y cómoda y ya me acompaña incansable en mis viajes a Avilés, llevando todos los artilugios habidos y por haber.
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Os confieso que al principio me asustaba un poco el exceso de colorines y era bastante escéptica con el resultado pero ahora estoy feliz con mi super-bolsa, original, diferente, alegre, graciosa y muy útil.