Banduxu
Con este nombre tan extraño para quien no sea asturiano y sólo a unos pocos kilómetros de Oviedo conocí este verano Banduxu (quizá en castellano pudiera decirse "Bandujo", no estoy tan segura), un lugar increíble en lo alto de un monte, al que cuesta un mundo llegar y no por la distancia, sino porque la carretera estrecha, mal asfaltada, llena de desprendimientos, con curvas imposibles, comida por las malezas y trepando ladera arriba, convierte la llegada a Banduxu en una aventura sin más.
Una vez arriba el panorama te quita la respiración por las vistas y la sensación de estar en otro mundo.
Afortunadamente, la espantosa moda de alicatar las fachadas y otras lindezas decorativas al uso en otros pueblos, no ha llegado aquí. Antes al contrario, se conserva un aire un tanto primitivo y decadente que contribuye a aumentar en extremo el encanto del lugar.
Claro que no todo es maravilloso porque, por ejemplo, el lío de cables tendidos de un sitio a otro sin ningún control pone de manifiesto el nulo interés que se pone en la conservación digna de los espacios naturales tan notables como Banduxu.
Aún así está lleno de rincones impactantes, primitivos, no tocados por ninguna intención modernizante, hasta un punto sorprendente.
Fijaos qué casona, conservada, sí, pero sin la más mínima concesión al colorín, sin un adorno de más, en el punto justo para ser habitable como lo fue seguramente desde que se hizo; así es casi todo el pueblo, un lugar de otro tiempo y otro mundo, donde no me importaría vivir o, al menos, pasar unas vacaciones largas. Eso sí, si se te olvida el aceite comerás de dieta el resto del año porque ir a comprarlo....¡Ufffff!
Aunque os parezca increíble, la torre está habitada y os aseguro que es más pequeñita de lo que parece en la foto.
Un paseo delicioso, de verdad, sin un ruido, sólo aislamiento, naturaleza, sencillez. Me encanta Banduxu.