ALFILETEROS CON TAPONES
En cualquier ámbito de la vida es prácticamente imposible estar siempre al máximo nivel, bien por falta de tiempo, o por falta de recursos o, simplemente, porque la exigencia que conlleva aspirar al "nivel diez" de forma permanente resulta agotadora y de eso sabemos muchísimo la mayoría de las mujeres que, sin darnos ninguna importancia, nos pasamos la vida absolutamente pluriempleadas y queriendo alcanzar esa excelencia a tiempo completo. Y eso es extensible al mundo de los hobbies, en el que también solemos dejarnos llevar de los impulsos y muchas veces emprendemos proyectos que después nos cuesta muchísimo terminar o que por su exigencia dejan de ser una diversión para acabar convertidos en una penosa obligación o incluso abandonados para siempre en el fondo de algún armario. Por eso es muy importante liberarse en todos los sentidos y de vez en cuando dejarse llevar por las cosas pequeñas que nos ayudan a descomprimir y pasar buenos ratos sin necesidad de grandes compromisos ni apenas gastos.
Desde que me hice mayor (forma elegante de decir vieja), me he permitido ser mucho más anárquica y gamberra que nunca y me permito con mucha facilidad pasarme ratos muy largos haciendo cosas que no hacen falta para nada, que son aparentemente inútiles pero que, sin embargo, contribuyen enormemente a la mejora de las condiciones de vida en el planeta, porque me mantienen entretenida, relajada y en consecuencia alejada de montar algún conflicto con el primero que pase por mi lado o de agarrar la motosierra y recortarle cinco metros al seto solo por cambiarle el "look".
A esa categoría de los juegos inofensivos y divertidos encaminados solo a gastar tiempos muertos pertenecen estos locos alfileteros nacidos directamente como "arte povera", que reciclan inútiles tapones de plástico y pequeños recortes de telas e hilos y los convierten en auténticos bombones coloridos, para poner alfileres, para regalar, para adornar la caja de la costura o simplemente para descansar.
La primera vez los vi en la página de Cécile Franconie y me parecieron graciosos pero no llegué a preguntarme cómo estarían hechos; tiempo después, la profesora de patchwork, buena amiga y compañera de trabajos de Cécile, nos ofreció la posibilidad de pasar un rato entretenido enseñándonos a hacerlos y ahí empezó esta pequeñísima historia de esos hongos mágicos que ahora veis crecer entre la hierba.
Una vez aprendida la técnica básica, extremadamente sencilla, ya solo hace falta dejar volar la imaginación para combinar puntadas y colores libremente y dejarse sorprender por el resultado que, en todo caso, siempre es encantador.
Como os decía, son simples tapones de plástico de cualquier tipo y tamaño de botella: de aceite, de agua, de leche, etc., envueltos con pequeños recortes de los paños de lana que tanto se utilizan en multitud de labores y adornados con sencillos puntos de bordado que podemos hacer con cualquier clase de hilo que nos guste. En mi caso, están bordados con las preciosas lanas "Moire", marca exclusiva de la tienda Lunares y cuyos colores son una auténtica delicia, pero también se pueden usar hilos de perlé o de seda, en fin, cualquier material con el que os guste bordar habitualmente y del que haya restos por la casa.
Desde luego, la tela sí que debe ser de lana, porque da una textura maravillosa y es muy fácil de coser y de adaptar a las formas de los tapones.
Aquí os pongo el enlace al estupendo tutorial que la propia Cécile nos ofrece para hacerlos sin ninguna dificultad y de paso podeis hacer una visita a su página para admirar sus creaciones desbordantes de imaginación.
Yo solo los he adornado con puntadas y nudos pero también quedan preciosos con aplicaciones de las mismas telas o con abalorios y cuentas en lugar de los nudos.
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Solo os comento un detalle técnico que puede ayudaros a completar la información que encontrais en el tutorial: el círculo de tela que forma la bola del alfiletero debe medir 2 cm más de radio que la base del tapón que esteis utilizando. Así tendrá margen suficiente para "embutir" dentro del tapón y para que quede bien abombado y relleno, de forma que se claven bien los alfileres.
Así, poco a poco, un día uno y otro día otro, he llegado a hacer un montón y siempre vuelvo a ellos cuando tengo un ratillo de vagancia. Ya he regalado unos cuantos y aunque el valor es prácticamente cero, son muy simpáticos y como prueba de cariño y de recuerdo quedan perfectos.
Además de lo graciosos y fáciles que son tienen otra cualidad importante y es que son baratíiiiiiiiisimos de hacer, porque apenas se necesita comprar nada, salvo pegamento, todo lo demás se aprovecha de restos de otras labores.
Pues eso, espero como siempre que a alguna le sirva la idea y ya me contareis si os animáis a hacerlos.
Feliz domingo