COJINES DE OTOÑO
Hemos vivido hasta hace pocos días un otoño luminoso y cálido, tan inusual en estas latitudes que cada día que me levantaba con sol lo vivía como un regalo, instalada en el porche, en el exterior, como si tuviera allí mi segunda residencia, la de las vacaciones. Afortunadamente pude disfrutar esta maravilla de luz y de temperatura, hasta que nos cambiaron la hora y ya hemos vuelto a vivir en Mordor, seguramente hasta abril, qué pereza con el puñetero horario de invierno que parece que nos condena al letargo invernal.
Resulta que, como os conté anteriormente, me caí de una escalera mientras hacía chapuzas en casa de Paula allá en septiembre y, aunque en el primer momento no quise darle importancia, con el paso de los días las cosas se complicaron y los dolores dieron aviso de que algo no andaba bien por varias partes de mi cuerpo serrano de 65 tacos. Lo digo para que hagáis cuentas, son demasiados años como para pretender salir ilesa del trance, así que realmente estaba más machacada de lo que en principio quise admitir y hasta tuve que restringir mi dedicación al punto de cruz, porque tanto rato con el cuello en tensión me mataba y el dolor intenso de mi coxis hacía imposible realizar ninguna actividad en el jardín o en la casa y tampoco estar mucho rato sentada, ni caminando, ni acostada, ni de pie, una cosa incómoda de verdad, así que tuve que improvisar entretenimientos más livianos, como ordenar cajas de costura unos ratos, colocar las telas otros, leer unas pocas páginas de vez en cuando y poco más.
Esos ratos pasados en el cuarto de costura haciendo eso que tanto me gusta y que nunca sirve de nada, es decir, ordenar mis múltiples materiales y accesoriios, dieron como resultado el reencuentro con los miles de retales de telas varias que guardo desde hace años y que tantas veces me sacan de apuros o me dan la oportunidad de improvisar cualquier tipo de labor.
Después de adquirir una cómoda baratísima de la marca sueca, volví a reorganizar todos esos trozos de tela, utilizando en lo posible criterios un poco más racionales que meterlos al azar en cualquier hueco, decidiendo esta vez colocarlos primero por tipo y dentro de estos por colores, a ver si así me resulta más fácil elegir a la hora de hacer cualquier trabajo.
Entre mis telas abundan los retales de tapicerías de todas clases, unos sacados de muestrarios y otros de restos de piezas y de cortes varios. Son regalos que me hacen, principalmente, dos amigos, Gonzalo y Pilar, ambos propietarios de comercios de decoración y que muchas veces piensan en mí cuando acumulan este tipo de material sobrante, con lo cual me hacen feliz, porque me encanta acumular tantas telas guapas.
Es muy relajarte y divertido colocarlas, clasificarlas, doblarlas así y asá, tenerlas entre las manos y tratar de pensar en qué podría emplearlas, sin que se me ocurran muchas ideas normalmente; pero esta vez tenía más tiempo para discurrir y decidí hacer cojines nuevos para los sofás del propio cuarto de costura que es un lugar donde paso mucho tiempo y en el que necesito sentirme cómoda.
Hacía tiempo que tenía echado el ojo a unos trozos de pana preciosa, de tacto suavísimo y esponjoso y con unos colores ideales, cálidos y otoñales, así que por el mero placer de tocarlos y disfrutar su calidez empecé a darles vueltas y pensar la forma de usarlos, ya que casi ninguno tenía la forma y el tamaño adecuados para funda de cojín normal. Como eso no tenía solución, porque la tela era la que era, la decisión final fue adaptar los rellenos de los cojines a otros formatos a medida de las telas y así he conseguido un conjunto muy gracioso, con formas que se complementan entre sí y hacen mucho más agradable el sofá, tanto a la vista como al sentarse o tumbarse, aunque es verdad que yo me tumbo pocas veces, pero sí lo hacía en esos días en que sentarse era doloroso.
Cuando empiezo una tarea de este tipo y me sale bien, suele pasar que el resultado me impulsa a seguir y también en este caso el impulso era seguir haciendo cojines, solo por el gusto de seguir combinando telas.
Busqué entonces entre los regulares y pequeños trozos de los muestrarios y tras unas cuantas pruebas seleccioné varias chenillas y cretonas combinados por gamas de color. Esta vez apenas tuve que discurrir porque ya sabéis que los muestrarios presentan las telas agrupadas por gamas de color y estampado coordinados, con lo cual es muy fácil acertar en la combinación.
Al tratarse esta vez de trozos muy pequeños, no había otra forma de usarlos más que uniendo varios y, dado que son también muy gruesos, me preocupaba el efecto molesto que las múltiples costuras podían producir, por lo que decidí usar una técnica muy común en muchos trabajos de patchwork, llamada "rag-quilt", que consiste sencillamente en dejar los márgenes de costura hacia afuera y deshilacharlos, de forma que queda un efecto de fleco aterciopelado que, además, en este caso, le venía que ni pintado al tipo de tejido que también es bastante peludito.
De esta forma, consigo que en lugar de molestar, las costuras pasen a formar parte del diseño y refuerzan el efecto aterciopelado de las telas.
Tampoco tenía chenillas suficientes para las dos caras de cada cojín, así que los hice "reversibles", una cara de verano y otra de invierno, aprovechando que en el mismo muestrario tenía trozos de cretonas coordinadas con los tonos de las chenillas.
El resultado es un poco loco pero gracioso y hasta parece que sea buscado a propósito más que producto de la necesidad. Si a ello le sumamos el estupendo y entretenido rato que pude pasar combinando telas y haciendo pruebas, la historia de los cojines acaba siendo casi una terapia, además de un lavado de cara para mis sofás y una forma de dar salida a los stocks de telas.
En fin, que de cualquier situación se puede sacar algo positivo, el caso es tener la voluntad de emprender cosas, de aprender, de atreverse, de intentarlo en una palabra, estar en movimiento por dentro y por fuera, que es lo que nos ayuda a mantener en mejor forma la mente y el cuerpo, porque a mi edad el deterioro avanza muy deprisa y si nos abandonamos, perdemos facultades a chorros.
También es verdad que la misma terapia sirve para ser joven, porque cuando se tienen todas las facultades intactas, los mismos desafíos ayudan a crecer.
Os animo a probar cosas y no tener miedo, la mayor parte de nuestras posibles equivocaciones son reversibles o no tienen tanta importancia como nosotros creemos.
Que tengáis un feliz fin de semana