STRAWBERRY FIELDS FOREVER
Hace días que pensaba publicar este post pero, sinceramente, hace tiempo y especialmente desde el viernes se me quitaron las ganas de escribir porque, a ver, ¿qué va una a contar ante las cosas que suceden a nuestro alrededor y que encogen el corazón?¿Cómo ponerme a contar bobadas o a hacer gracias cuando el sufrimiento recorre el mundo en todas direcciones?
Cuesta trabajo controlar los impulsos, reponerse de la brutalidad y del miedo, pensar con claridad cuando todo se hace pedazos alrededor: París, los refugiados, la violencia de género, el hambre, donde quiera que miro hay muerte y desolación. Me duele, me indigna, me rompe, me trastorna tanta barbarie, me asusta, me aterroriza, me espanta pensar que no hay un lugar, un rincón donde ir para vivir en paz. No para mí, que no tengo el hábito de esconderme y que ya me queda poco que perder o ganar, pero al menos para los niños, para mis nietos, para los vuestros, para todos los niños del mundo, para todos los seres humanos que necesitan un futuro y se lo están arrebatando.
A esta hora, vencida por la pena y harta de llorar, no puedo con este mundo horrible en el que recién masacradas cientos de personas, hay unos cuantos iluminados bombardeando a saco todo lo que quede en su trayectoria de violencia autorizada; ellos dicen que esa es la solución, pero yo sé que no es verdad (y muchos de vosotros también). Ya sabéis el dicho: "Ojo por ojo y el mundo se quedará ciego". Cerca estamos.
Este modelo tenía muchos ingredientes para gustarme y por eso lo empecé en su día con mucha ilusión: es un diseño Blackbird Designs, una de mis marcas preferidas, tiene un colorido que me gusta habitualmente (verdes, rojos, tostados), también los motivos representados me hacen gracia (guirnaldas, flores, frutas, casitas, jardín) y encima pertenece a una serie de varios diseños creados en honor a ese grupo mítico que cautivó nuestros fervores musicales juveniles, The Beatles, de ahí su título "Strawberry fields forever", en homenaje a una de las canciones más valoradas de la factoría Lennon-McCartney y que, paradójicamente, rememora los tiempos felices de la niñez, esos que cuesta tanto conservar.
Ya veis, casi todo lo necesario para provocar mi entusiasmo y, sin embargo, una vez bordada la guirnalda exterior, la casita y parte de los muros del jardín, sufrí un repentino desfallecimiento y me vi incapaz de decidir por dónde empezar ese batiburrillo de motivos sueltos que se encuentran en el interior, tantos puntos a contar, tantos colores a cambiar, yo qué sé; el caso es que abandoné, fue a un cajón y no quise verlo más.
Hasta que, como ya os dije, un día me puse formal y me dije "¿qué vas a transmitir a tus nietos si tú no eres capaz de perseverar en lo empezado? y como que eso me picó un poco la moral y enseguida busqué este y otro par de UFOS, que eran casi los que menos me apetecía terminar. Ya puesta, mejor hacer el mayor esfuerzo posible, para poder apuntarme un mérito mayor.
Y aquí lo tenéis, "Strawberry fields forever", terminado, no sin un poco de sufrimiento y colocado en su sitio. Casi no me lo puedo creer y hasta vuelve a parecerme bonito cuando lo veo sobre la tapa de una caja a la que llegó por pura casualidad.
Esta caja era un kit precortado que alguien que no recuerdo trajo a casa y que guardé en espera de una ocasión para montarla y usarla; creo que hará más de tres o cuatro años que estaba guardada junto con los cartones y cartulinas que voy acumulando. Hace un par de meses, ordenando el cuarto de costura vi la necesidad de encontrar una caja para proteger los ornamentos navideños que he ido bordando a punto de cruz en los últimos años y me acordé de esta caja. La busqué, la armé y comprobé que el tamaño era estupendo para ese uso, así que pensé forrarla con un papel o una tela, pero no lo hice en ese momento porque no tenía ninguno que me gustara. Y fueron pasando los días sin forrar la caja y sin guardar los ornamentos; esto es bastante normal, muchas veces mis impulsos no se materializan en nada útil y esto hay que asumirlo así, ya no voy a cambiar.
Lo más sorprendente es que un bordado y una caja que no haya sido hecha a su medida puedan encajar pero esta vez la casualidad ha sido perfecta y mientras la caja seguía sin tener forro, yo terminé el bordado y, por no dejarlo por ahí tirado, lo metí dentro de ella junto con el gráfico y los hilos, para que no se perdiera ni ensuciara mientras yo pensaba qué acabado le iba a dar a este modelo.
No fue hasta muchos días después cuando se me ocurrió medir el bordado y la caja y casi me caigo de espaldas al ver que estaban hechos el uno para la otra. Con la falta que yo tenía de resolver definitivamente el problema de la caja y el del bordado, eso de matar dos pájaros de un tiro fue como un regalo. Me fui corriendo a "Lunares Patchwork", elegí un par de telas coordinadas con el bordado y en poco tiempo más tuve terminada la gran caja que ahora veis.
Realmente es una "gran caja", de dimensiones bastante considerables, perfecta para mis ornamentos y le viene al pelo a este bordado. Su formato, con la tapa separada, no es el que hago habitualmente (hago muchas más cajas-libro), pero es cómodo para este uso, porque no se abrirá y cerrará más de dos veces al año. Su gran capacidad, además, aún me permitirá guardar algún ornamento más, por si me da por bordar otros.
El bordado está realizado sobre lino Belfast, de Zweigart, en color crema y con los hilos recomendados en el gráfico original, todos de la marca Gentle Art, una de mis preferidas por la calidad del algodón y los bonitos degradados de sus tintes. Todos los materiales han sido adquiridos en "La Casina Roja", tienda online especializada en labores.
En cuanto a las telas con que he forrado la caja, son un coordinado en tonos verde musgo de la marca Lecién, adquiridas en Lunares; me han encantado esas telas bastante neutras, con pequeños y discretos estampados, ya que la gran profusión de colorines del bordado no aconsejaba mezclar con telas más llamativas. Además, el gran tamaño de la caja resulta más contenido en esos tonos. La exterior, preciosa para mi gusto, lleva unas hojitas diminutas en tonos granate y la interior es un estampado japonés que me sugiere musgos, hierba, un paisaje abstracto muy sugerente, apenas esbozado, pero que da una profundidad impresionante.
El resultado es maravilloso y realza perfectamente los matices del bordado, así que, finalmente, la historia ha terminado muy bien.
Ya veis que la historia más intrascendente puede dar para un relato muy largo y no es solo que me guste hablar más de la cuenta, quizá también es la necesidad de acallar un rato las voces interiores que nos atormentan y buscar un poco de consuelo en las pequeñas cosas de cada día.
Feliz semana a todos, que la suerte nos acompañe.