Estoy segura de no equivocarme si digo que, además de mí misma, unas cuantas personas más esperaban con verdadera ansiedad, cuando no preocupación, este post. Y es que el momento que habíamos planeado para hace más de un año y que vimos irse aplazando sine die durante meses, por fin ha llegado y os aseguro que con algo más que alegría estoy viviendo este momento. No solo por la felicidad de ver mi manta ya terminada, sino por liberarme de la angustia que me producía teneros en suspenso tanto tiempo sin poder resolver esa espera inquieta; angustia por exceso de responsabilidad, porque no podía estar a la altura de mis compromisos y de vuestras expectativas.
Y ahora que os presento terminada mi "Memoria de los afectos", aún me ataca el nervio y el temor de que el resultado no esté a la altura de lo que esperabais. Ojalá que sí y que podáis terminarla igualmente muy pronto. Hoy mismo os enviaré las instrucciones para que podáis poneros a ello sin más demora.
Por todo ello este es un post feliz, el mensaje en que os comunico que ¡¡¡¡POR FIN!!!! podemos presumir de manta, la manta más original y dulce del mundo, un objeto que va más allá de las labores, que está hecho de bastante punto de cruz, de un poquito de patchwork, de algún toque de costura, algo de plancha, cuarto y mitad de cálculo y geometría, pero sobre todo de mucho, muchísimo sentimiento, porque por encima de todo es el relato de muchas vivencias felices, la memoria de todos los seres imprescindibles de nuestra historia personal, los que nos han amado y a los que hemos amado, los que nos han hecho lo que somos y los que nos quieren como somos.
Una memoria renovada un día y otro durante estos dos largos años, enredada en miles de puntadas, hilvanada en hilos de colores, agridulce y tierna, cargada de nostalgia por los que ya no están y reventando de esperanza e ilusión por los que vienen. Un ejercicio que nos ha hecho revivir lo mejor de nuestra historia.
Seguramente hacemos punto de cruz todos los días, muchas también hacemos patchwork, costura, punto, crochet, manualidades múltiples con las que llenar el tiempo nuestro, el que no necesitamos o el que robamos al sueño, que de todo hay.
Contadme si no os pasa como a mí, que bordáis un modelo y luego otro y andamos luego de cabeza buscando donde emplearlos para no tapizar las paredes de la casa con cuadritos de dudoso gusto o no aburrir a la familia con bolsitas, neceseres, cajas y cajitas, inventos varios llenos de cariño y también de necesidad de deshacernos de tanto cachivache.
Yo habría bordado de cualquier modo esos doce abecedarios, porque me encantan los diseños de Blackbird designs, adoro los abecedarios y encima la frecuencia de publicación de uno al mes me parecía perfecta, pero cuando vi que Alma Allen, su creadora, dedicaba cada uno de estos diseños a personas importantes de su historia, la inspiración me llegó como un relámpago: la idea de la dedicatoria era fascinante e inmediatamente pensé en cómo reunir todos los abecedarios para conservarlos juntos, con los recuerdos de mis seres queridos. La sugerencia de Alma para acabarlos en doce cuadros colgados juntos era demasiado para mí y para las paredes de mi casa, así que lo único que me quedaba era coserlos unos a otros y no vi mejor manera de hacerlo que una manta, un quilt especial, amoroso, uno de esos que se pueden dejar en herencia a los nietos, ¿o no?
No me moví ni un instante de esa primera idea y lo único que hice a continuación fue pensar en las posibilidades técnicas de darle forma, cómo unir y envolver esos maravillosos bordados para sacarles todo el partido a la vez que subrayar el gran valor de su contenido afectivo. A partir de ahí todo lo que se me iba ocurriendo siempre abundaba en la idea de hacer una manta especial, elegante, refinada, limpia, sin dejar de ser cálida y ligera, que luciera mis abecedarios como en una exposición pero que fuera práctica para arroparse con ella. Primero diseñar una forma de montaje, una estructura básica que pusiera en valor sin restarles ni un ápice de protagonismo a cada uno de los bordados y luego elegir los materiales que mejor realzaran esa idea.
Como es lógico, empecé por valorar las telas de algodón que se utilizan en patchwork pero, ¿quién se atreve a colocar estampados junto a estas maravillas? ¿Y qué tejido liso podría competir en riqueza con un bordado multicolor sobre lino? Tenía la vibración del color, la potencia de la textura, la magia del mensaje, pocas cosas pueden subrayar sin estorbar a tan redondo conjunto de cualidades. Muchas vueltas y muchas pruebas después, siempre probando con lo que más conozco y que resulta fácil de conseguir, la idea de las lanas fue cobrando fuerza, porque reúnen todas las características que podían completar el conjunto: la lana y el lino son materiales nobles, la lana es natural, como el lino; tiene cuerpo y esponjosidad, en oposición a la rigidez del lino. El lino es frío, la lana caliente, el lino áspero, la lana dulce, el lino vibra con el color, la lana lo domestica... Lana, lana, lana, esa fue mi primera opción y ya no pude cambiarla, más aún conociendo las calidades de lana lavada, afieltrada y cocida que encontramos hoy en el mercado y que se presta a cualquier manipulación con resultados magníficos.
Así que solo quedaba elegir colores y, teniendo en cuenta que los bordados ya son multicolores, me decanté por tonos neutros, armónicos, porque no me apetecían los contrastes. Estudiando los catálogos de colores de las lanas "Weeks Dye Works" las gamas coordinadas de las distintas tonalidades se mostraban perfectas en cualquiera de sus versiones, aunque acabé desechando los colores vivos o fuertes y me decidí por dos versiones muy naturales, una en tonos crudos, para los linos más claros y otra en tonos camel y tostados, para mezclar con los linos más oscuros.
En todo momento he tenido presente y claro que el propósito de este SAL no es hacer un magnífico trabajo de patch, con grandes alardes de montaje, costura, acolchados, si bien es obligado procurar un acabado digno de su contenido.
Lo fundamental en este trabajo son los bordados y su relato, el contenido sentimental de ese conjunto de dedicatorias que así reunidas adquieren la importancia de documento biográfico que nos retrata y que seguramente perdurará más allá de nosotras.
En ese árbol genealógico afectivo hacemos un tributo, un reconocimiento explícito, no solo de lo que la vida nos ha dado, sino de lo que nuestro corazón elige de entre lo que nos ha sido dado, la verdadera conexión afectiva con las personas, los lugares, los acontecimientos, que el cariño ha ido colocando en lugares de privilegio dentro de nuestros recuerdos.
Para mí, por encima del componente manual y del relax que conlleva dedicarse a los hobbies, este proyecto ha supuesto una verdadera terapia al desencadenar todos mis sentimientos entrelazados con los recuerdos y así, en cada abecedario, puntada a puntada, me hacía evocar a esa persona o personas (a veces son varias) con las emociones que despiertan en mí y he sido feliz, he bordado en paz, refugiada en mi mundo de afectos, a salvo de otras preocupaciones.
He recorrido mi vida entera y he puesto de nuevo en valor todas las cosas buenas que me han pasado, la suerte que he tenido de poder disfrutar de tanta gente maravillosa a la que seguramente debía este reconocimiento y este agradecimiento y me he sentido en paz. Parece increíble que hacer punto de cruz pueda llevar tan lejos, pero así ha sido, aunque también hay que tener en cuenta que yo soy una romántica empedernida y estos ejercicios de viajar por los buenos recuerdos me gustan mucho.
Los aspectos técnicos de composición y acabado de la manta son sencillos, como podeis ver en las imágenes. Los bloques están confeccionados añadiendo tiras de lana en torno a cada bordado y unidos entre sí de forma que los distintos tamaños y formatos irregulares puedan encajar en el puzzle final (puede ser mi opción u otras composiciones).
Para enmarcar ese puzzle y realzar la composición he puesto un borde con una de las lanas coordinada con las demás. Todos los tejidos de lana son de la marca "Weeks Dye Works", que tiene un catálogo de colores espectacular y una calidad excepcional, son totalmente lavables e indeformables.
Para el relleno yo me he decantado por guata 100 % lambswool, una de mis preferidas por su ligereza y calidez, además de la facilidad para el acolchado, pero hay guatas de algodón o mezcla algodón-polyester, mucho más económicas, que también son estupendas.
En la trasera he colocado una tela de algodón de la marca Moda con estampado de lunares en los mismos tonos beige suave que las lanas.
Las lanas se han cosido sobre el lino con pespunte a la vista con hilo de lana "Moire" al tono de las telas y los bloques se han unido unos a otros con costura a máquina. El acolchado a mano lo he realizado con un patrón muy sencillo, solo rodeando los bordados y el contorno de los bloques y para ello he utilizado el hilo encerado Gütermann Quilting.
Ahora, al mirarla terminada, los detalles técnicos pasan a un segundo plano y lo que predomina es la emoción de lo que representa, al margen de que ha quedado bonita, sencilla, en un equilibrio perfecto entre refinamiento y rusticidad que me encanta.
Espero que para todas las que me habéis seguido en este recorrido el final recompense la larga espera y que el resultado os guste tanto como a mí.
Por otra parte, si alguna persona que no haya participado en el SAL se anima a hacer la manta al verla terminada, sepa que puede encontrar todos los materiales en la tienda online "La Casina Roja" y si desea las instrucciones de montaje puede dejarme un comentario en este mismo post o en el formulario de contacto del blog y se las enviaré por correo electrónico.
Dedico este proyecto a mis padres, a mis hijas, a mis nietos, a mis abuelos, a mis hermanos, a mis primos, a mis tíos, a mis amigos, a mi pueblo, a mi casa y mi jardín con mi eterno agradecimiento por lo que cada uno ha aportado y aporta a darme una vida plena y a que siempre me hayan ayudado con su amor a soportar las penalidades que la vida va suministrando cuando le parece.
GALERÍA DE IMÁGENES