Empecé a escribir este artículo el día 30 de Julio, justo el día que mi querida Violeta llegaba a mi casa para pasar las vacaciones y, como no podía ser de otra manera, la revolución del veraneo se llevó por delante mis buenas intenciones. Diez días después llegaba Max Manuel y entonces el modo abuela ya no dejó lugar a ninguna otra faceta de las que me caracterizan, llegando incluso a olvidarme de mi jardín, de regar mis rosas y tantas otras cosas que me parecen tan importantes en otros momentos.
Ya no recuerdo ni cómo funciona el ordenador, no recuerdo cuándo hice punto de cruz, cuándo leí otra cosa que los cuentos que Violeta me hace repetir una y otra vez, cuándo di un paseo sin un carrito de bebé delante, así que ahora me encuentro haciendo el enorme esfuerzo de volver a mis cosas habituales mientras intento no pensar en que ya se han ido y que aún pasará mucho tiempo antes de que vuelva a tenerlos jugando por aquí.
El verano es muy corto en esta latitud y quizá por eso nos gusta disfrutarlo con intensidad, aprovechando al máximo los pocos días de sol espléndido que nos tocan y disfrutando de la vida al aire libre, que bastante nos encerramos el resto del año.
Para mí ahora, además, es el tiempo de disfrutar de los nietos, de tenerlos en casa un poco más de tiempo y de participar de sus juegos, inventando mil y una maneras de distraerlos y estimular su imaginación. Claro que teniendo un poco de jardín donde poder correr, saltar, columpiarse, contemplar bichos y flores, encontrar tesoros, casi no hacen falta juguetes; ya sabéis, como en el anuncio de "¡Un palo!", cualquier cosa insignificante, como un palo, una cáscara vacía de caracol, una piedra, se convierte en el juguete más divertido y el solo hecho de correr libremente, dejarse rodar por la hierba o manejar una manguera y empaparse de agua ya es una aventura apasionante e inigualable. Pero a mí me gusta que tengan muchas opciones para jugar y poco a poco voy convirtiendo la casa y el jardín en lugares adaptados a las necesidades de los niños, aunque siempre ha habido algún juguete y sobre todo libros, porque mis sobrinos pequeños han pasado muchos ratos con nosotros y siempre había algo con que entretenerlos.
Este año, para completar el "parque infantil" que ya había preparado el año anterior para Violeta, me he decidido a hacer una tienda de tela, a la manera de los teepees indios que tan de moda están actualmente para decorar las habitaciones infantiles o los cuartos de juegos, imagino que será en casas donde tengan espacio para ello.
De momento yo la he pensado para el jardín, que es donde los niños pasan más tiempo en verano y donde, además de servir como casita de juegos, también puede ser útil para que duerman una siesta, para protegerlos del sol o de la brisa, para que lean tranquilamente tumbados por el suelo o, simplemente, para inventarse mundos de fantasía, algo que a los mayores también nos vendría bien de vez en cuando.
Mis nietos son muy pequeños todavía y aún no sabrán sacarle mucho partido por sí mismos, pero las casitas, las cajas, los huecos en un árbol, los espacios pequeños y escondidos, están muy asociados al mundo infantil y siempre han ejercido una especial fascinación como lugares mágicos, privados, que favorecen la invención de mil y una historias en las que desarrollar toda su capacidad de invención.
Estoy segura de que poco a poco "su casita", como la llama Violeta, se convertirá en un lugar especial que acompañará muchos ratos felices.
Como están tan de moda en la actualidad, no es difícil encontrar cientos de imágenes en internet y así hacerse una idea inicial del formato, el tamaño, la decoración, etc. Basta con teclear "Teepee infantil", por ejemplo, o "tienda de indios para niños" y aparecen cientos de fotografías con modelos para todos los gustos y necesidades e incluso patrones y tutoriales.
Realmente, tratándose de una construcción muy sencilla, es fácil hacerse sus propios patrones, basta tener unas elementales nociones de geometría y saber coser a máquina.
Existen tantas versiones como personas, yo las he visto de base cuadrada, redonda, pentagonal, hexagonal, triangular y hay gente que se lo trabaja a conciencia y hasta recrean con fidelidad los modelos originales americanos, pero tratándose de algo que tendrá una vida efímera y que no deja de ser un juguete, yo he optado por una versión sencilla y fácil de confeccionar, para hacerla rápidamente y sin complicaciones.
Después de analizar las posibilidades, me he decidido por la pirámide hexagonal porque este formato me permitía aprovechar al máximo la tela disponible obteniendo al mismo tiempo una buena superficie habitable y tiene un desarrollo geométrico sencillo.
Para confeccionarla he utilizado 3 m de una loneta cruda de doble ancho (2,80 m) que, además de ser perfecta para este trabajo, tiene un precio estupendo (las hay desde 5 €/m hasta 9 €/m, según calidades). Además he usado seis listones redondos de pino, de 2 m de largo y 19 mm de diámetro y 1,5 m de una loneta estampada de Ikea para adornos, además de un trozo de guata de algodón del tamaño de la base.
Para darle más establidad y seguridad, he comprado también unas piquetas pequeñas, de las que se usan para sujetar tiendas de campaña; un paquete de diez piquetas me costó 7 € en una tienda de deportes.
No recuerdo exactamente, porque siempre olvido el dinero que gasto, pero creo que el coste total andará entre 50 y 60 €, por si os queréis animar.
Antes de empezar y una vez decidido el formato, hay que coger papel y lápiz y estudiar las posibilidades del tejido disponible para aprovecharlo al máximo y simplificar el proceso de confección. Ya sabéis que la colocación de las piezas sobre la tela debe buscar siempre el máximo ahorro de ésta y merece la pena estudiar las posibilidades. Dado que las paredes laterales de la tienda son triángulos isósceles idénticos, es muy fácil cortarlos colocados en alternancia unos a continuación de otros.
La base de la tienda es un hexágono regular de 80 cm de lado y las paredes laterales son 6 triángulos isósceles de 80 cm de base y 160 cm de altura, para que os hagáis una idea de las dimensiones.
Al tamaño final hay que añadirle márgenes de costuras que, en este caso, incluyen unas jaretas para meter los palos de la estructura. Así que a los triángulos les he añadido a cada lado 1 cm para la costura normal y 3 cm más para la jareta.
Pensando en que la tienda va a estar la mayor parte del tiempo armada sobre la hierba y que aquí la humedad siempre es alta, tuve la idea de hacer una base supletoria acolchada que aisle un poco de esa humedad, al tiempo que protege el suelo de la tienda, tan blanco, de la suciedad, evitando así que haya que lavar toda la tienda cada vez. Para hacer esa especie de tapiz interior, he comprado una loneta de Ikea con un estampado muy simple y colorido y la he usado también para algunos detalles de adorno, como los bordes de la "puerta" de la tienda o unas falsas plumas que cuelgan al viento.
El tapiz está forrado con una tela de sábana de algodón, relleno con guata de algodón y lleva un sencillo acolchado a máquina; al ser de quita y pon, es muy fácil de lavar en cualquier momento.
En un principio había pensado cortar el sobrante a los mástiles pero después pensé que los trozos sobrantes no servirían para otra cosa y cambié de planes sobre la marcha, aprovechando para colgar de ellos unas banderolas confeccionadas con la misma tela de la tienda y adornadas con sencillos dibujos realizados con rotuladores, que refuerzan el carácter alegre e infantil del teepee.
Para sujetar la estructura de los mástiles "en paraguas", facilitando así el montaje y el plegado de la tienda, he perforado los palos a la altura del cruce y los he unido con una cuerda; de esta manera, siempre están en la posición correcta y se recogen en un santiamén.
Es tan fácil plegarla y desplegarla que no da ninguna pereza quitarla y ponerla cada día y ahora que ya está recogida por esta temporada, está perfectamente guardada en su bolsa con todos los complementos: las plumas, el tapiz del suelo, la bolsita con las piquetas de sujetarla y hasta una mantita blanca que le puse por si los peques tienen frío en algún momento.
No sé si llamarla juguete será muy indicado, o sea que prefiero definirla como un "complemento" para los juegos de los niños, porque dentro de ella se pueden realizar infinidad de actividades, desde dormir hasta leer, hacer puzzles, jugar con muñecas, protegerse del frío, escuchar música y hasta los gatos encuentran que es un escondite maravilloso para descansar. De hecho, en cuanto estuvo armada la primera vez, les faltó tiempo para venir a inspeccionar y hasta probar si en realidad es tan confortable como yo creo.
Ahí teneis a Romeo, que tomó posesión de los almohadones y no había manera de sacarlo de allí, decidido a dormir una larga siesta.
Hasta el momento la hemos usado solo en el jardín pero también puede usarse en el interior y seguro que más adelante, en las vacaciones de Navidad, por ejemplo, lo probaremos. Todo dependerá de lo que demanden los niños, sobre todo la señorita Violeta, que con sus dos años tiene bastante claro lo que quiere y además lo pide con claridad.
Vuelvo a mis labores abandonadas mientras me peleo con el silencio de esta casa demasiado vacía y no prometo nada pero intentaré recuperar un ritmo que recuerde a mis mejores épocas blogueras.