HAIKU
De una u otra forma, la poesía siempre está presente en mi vida, aunque la disfruto de manera intermitente, por impulsos que tienen que ver con estados de ánimo y circunstancias de lo más diverso, especialmente cuando quiero inspirarme, cuando necesito descansar la mente, cuando estoy muy creativa, o muy contenta, o muy triste, cuando no me apetece leer historias pero quiero leer palabras, cuando tengo el espíritu abierto al descubrimiento o el pensamiento efervescente, cuando tengo poco tiempo o lo reparto mal,...; en fin, nunca hay una razón especial para volver a leer poesía, como no existe ninguna razón para abandonarla y siempre va a estar ahí.
Los haiku me hicieron gracia cuando los conocí y enseguida me aficioné a ellos, pese a que tardé mucho tiempo en entenderlos, en comprender su verdadera profundidad oculta tras una composición aparentemente simple y unos temas sencillos, cotidianos, cercanos, naturales. Recuerdo que los primeros que leí pertenecían a Matsuo Basho y me fascinó su maravillosa relación con la naturaleza y la vida cotidiana, la expresión de una filosofía profunda condensada en pocas palabras y una composición breve y premeditadamente simple.
Esas gotas mínimas de destilado poético, de sabiduría condensada en la más escueta expresión, me han acompañado muchas veces en ocasiones de lo más dispar, bien como fuente de inspiración indirecta o también como elementos protagonistas en su deliciosa sencillez y así sucede en este caso, en que el propio haiku sugiere una interpretación llevada al terreno en que me muevo mucho últimamente en mi tiempo de ocio, el mundo del bordado como elemento de expresión artística.
Ya sabéis que el "buceo" en internet lleva al conocimiento de personas y mundos muy diversos, muy sugerentes en muchos casos y proporciona un chorro de ideas que una no siempre puede poner en práctica porque solo tenemos una vida y es demasiado corta para poder hacer todo lo que apetece.
Pues un buen día me encontré por casualidad con el blog http://gentlework.blogspot.co.uk/, cuya autora muestra trabajos maravillosos y llenos de sensibilidad artística, realizados únicamente con materiales antiguos reciclados, tales como telas, encajes, botones, etc. y me quedé impresionada, porque eso no son simplemente bordados, sino pequeñas obras de arte aunque presentadas con humildad.
Naturalmente que yo no poseo la inspiración ni la creatividad necesarias para expresarme con esa delicadeza, pero lo que vi era tan bonito que quise hacer un ensayo de algo parecido, como hago tantas otras cosas, por probar, por experimentar, por asombrarme de que haya gente tan dotada en el mundo y encima dispuesta a enseñar su trabajo a los demás.
Una vieja caja de habanos que rodaba por casa como tantos otros cachivaches fue el objeto elegido para experimentar mi particular versión de esos contenedores poéticos y, cómo no, mis viejos libros de haikus salieron de los estantes para prestarme alguna sentencia digna de ser bordada y guardada como un tesoro ya que, al tratarse de composiciones muy breves, me parecían el teto perfecto para este tipo de proyecto.
Después de pasar una tarde preciosa instalada a la sombra con unos cuantos libros y releyendo haikus, el elegido fue uno de Yosa Buson, poeta y pintor japonés del siglo XVIII, cuyos versos, de una sencillez asombrosa, revelan sin embargo una enorme sensibilidad y un elevado conocimiento de la naturaleza y nada podía apetecerme más que leer poesía dedicada a los gorriones, los petirrojos, los jilgueros, a los que debo tantos momentos de alegre compañía.
Tampoco faltan en mi casa restos de muchos naufragios venidos a mis armarios de esa forma inexplicable que sucede al margen de la voluntad, el afán de guardar todo lo que debería tirarse, por eso no me costó encontrar alguna antigualla aprovechable y ponerme manos a la obra en el intento de rellenar la caja de los tesoros; un trozo de cortina de lino antiquísima, algún botón de seda, trocitos de paño de lana, recortes de encaje, cosas insignificantes en sí mismas pero que adquieren el valor de haber resistido el paso del tiempo y que emociona volver a poner en valor por humildes que sean.
El gorrión en un pueblo
escondido entre hojas caídas
(chaparrón de verano)
Ha sido un ejercicio muy divertido, relajante, sin ninguna exigencia previa, hecho a la aventura, porque daba igual lo que saliera siempre que fuera bonito y eso casi estaba garantizado simplemente con el texto, por eso me dejé llevar y fui bordando o aplicando, incluso pintando, los pequeños detalles que me sugerían las palabras hasta componer una escena que queda guardada y enmarcada en la cajita como si fuera un tesoro
La cajita de madera, robusta y bien construída, incluso con buenas bisagras y cierre, se presta para mantener guardado el tesoro durante mucho tiempo y para cambiarle el aspecto la he forrado con un papel de periódico viejísimo que más tarde fue coloreado con unos brochazos de acuarela.
La tela va montada sobre una capa de guata fina para darle cuerpo y un poco de relieve y una vez terminada la pegué a la caja con un poco de cola blanca, así puede manejarse sin miedo a que se descoloque o se caiga.
Los bordados son muy simples, realizados con hilos de seda a punto de cadeneta, punto de tallo, punto de margarita, aplicaciones y los he completado con unos toques de pintura y algunos trozos de encaje antiguo aplicados acá y allá.
Un acabado muy rústico, primitivo, muy poco elaborado, como corresponde a un tema tan sencillo pero, pese a todo ha quedado encantador y no descarto seguir experimentando en este sentido, es un formato perfecto para hacer un regalo, para homenajear con algún mensaje especial, para contener un objeto precioso,... En fin, una nueva experiencia que añadir en mi inventario personal y un verdadero regalo para el espíritu.