LOVE
MI vida reciente es como un ascensor en continuo movimiento, arriba y abajo, arriba y abajo, un subidón de amor y adrenalina seguido de un "chof" y así una y otra vez hasta que pierdo la capacidad de reacción y me quedo en estado semi catatónico, en un punto intermedio en el que ni siquiera acierto a recuperar las rutinas más elementales.
Mis hijas y en consecuencia, mis nietos, viven lejos de mí, aunque para los tiempos que corren Madrid ya ni siquiera se puede considerar lejos (¡Si hasta dicen que como 2015 es año electoral, igual el AVE llega hasta León y así me durará el viaje en tren una hora menos!), pero a mi edad cualquier distancia se hace larga y más cuando te separa de las personas que más quieres y que más necesitas.
Mientras espero cada uno de nuestros encuentros, me refugio en mi Macondo particular y lleno las horas con proyectos y fantasías a partes iguales, intentando enderezar los pensamientos que cada día se me vuelven más rebeldes y obstinados y es que cada vez acepto peor la separación, me parece injusta, me resulta una estafa vital, un engaño al que nos han llevado en nombre del progreso y que a cambio de empleos escasamente pagados nos deja una familia esparcida por medio mundo a la que cuesta trabajo reunir para pasar unos pocos ratos.
Hablo de estas cosas por desahogarme, pero también porque estoy segura de que muchos compartís estos pensamientos y estos sentimientos y por eso entendéis mejor cómo me siento.
Recientemente, mi nuevo nieto, nacido en Alemania (prodigios de la "movilidad laboral"), vino por fin a conocer la casa de su abuela, la tierra de su madre, su familia; en consecuencia, subidón. Un frenesí de paseos, visitas en casa, peregrinación de familiares y amigos a conocer al nuevo bebé, todo ello aderezado con muchos bizcochos, bollos, brioches, cafés y más cafés y tés, muchas risas, una auténtica romería que me ha tenido en una nube todos esos días.
Pero todo lo bueno se acaba y sin apenas darme cuenta, el martes pasado llegó el momento de la despedida y el consiguiente "chof". Bien tempranito, antes de amanecer, Ana, Max y yo nos pusimos en camino de Oviedo a Madrid para coger el avión que los llevaría hasta Hamburgo.
Después de dejarlos en el aeropuerto, me quedé en Madrid unos días, para que la compañía de Violeta me hiciera la pena más llevadera y así estuve el resto de la semana consolándome. Claro que luego quizá sea peor porque también tengo que separarme de ella y ya el viaje de vuelta me resultó bastante agobiante.
Por eso al llegar a casa, ahora ya muy vacía y silenciosa, me sumerjo de cabeza en todas esas pequeñeces que me van llenando los días, la primera de todas y la que más energía descarga, arrancar malas hierbas en el jardín, que en esta época crecen a una velocidad que pone a prueba continuamente mi capacidad de reacción y que si dejo de mirarlas un par de días, me toman la delantera.
Además de nostalgia me traje un enorme resfriado que me ha dejado sin ganas de bordar o hacer labores finas, porque con esos ojos llorosos y la cabeza como una olla a presión se hace muy difícil forzar la vista, además de que una mano está siempre pegada al pañuelo, haciendo imposible sujetar la labor.
Afortunadamente, siempre queda algún recurso fácil para estos casos, como hacer cajas, un trabajo sencillo y entretenido que además me permite dar salida a los múltiples bordados que fabrico continuamente.
Para esta cajita, pequeña y preciosa, he utilizado otro de los diseños de "The Drawn Thread" que vengo publicando en los últimos posts, este titulado "Love" porque, como los otros dos ("Love letters" y "Treasured tools"), fue publicado en época de San Valentín, festividad que como sabéis celebran entusiastas los americanos.
El bordado en cuestión es una delicadeza, pequeñito y de colores y formas suaves, que se hace en una tarde y te deja con una sonrisa de satisfacción en la cara.
Lo he bordado sobre lino Belfast teñido por mí en un rosa pálido envejecido que conseguí por casualidad y que me gusta muchísimo, aunque veo que en las fotos no se percibe cómo es en realidad. Me gustó tanto que conservo como un tesoro el trozo de tela que me ha quedado porque dudo que vuelva a conseguirlo igual en otra ocasión.
El lino original era "Antique white" y lo teñí con té de frutos del bosque, una mezcla desecada de bayas rojas, flor de hibisco y té negro que a veces tomo para merendar; hice una infusión algo más cargada que para beberlo y bañé la tela unos 10 minutos, hasta que se fue enfriando. Este baño me dio un tono rosado pero en el que predominaba el beige tostado. Para reforzar el tono rosado, añadí al agua una pizca diminuta (¡ojo!, el equivalente a una cabeza de alfiler) de tinte Iberia en polvo, color burdeos. Y tras este baño y el posterior lavado y secado en horno, apareció lo que buscaba, un color maravilloso, cosa difícil tratándose del rosa, que no es uno de mis colores favoritos.
Un diseño tan sencillo y pequeñito tuvo sin embargo una historia rocambolesca, digna de algo más importante y todo porque lo perdí durante un tiempo después de haberlo terminado y su búsqueda me hizo poner la casa patas arriba, especialmente el cuarto de la costura.
El caso es que cuando estuvo acabado, recorté la tela sobrante, lo planché perfectamente y me dispuse a diseñar una caja para ponerlo en la tapa. Como hago siempre, saqué uno de los cuadernos de apuntes que utilizo y con el bordado en la mano fui anotando medidas y haciendo croquis hasta dar con las medidas idóneas. Al terminar, pasé las medidas de los cartones necesarios a mi agenda del móvil y, sin darme cuenta cerré el cuaderno con el bordado dentro. Como es tan pequeño y al estar planchado queda tan finito, ni se notaba que allí había algo, por lo que el cuaderno fue al cajón de la mesa y allí siguió hasta la siguiente vez que lo necesité para escribir algo.
Mientras tanto, compré los cartones, las telas para forrar la caja y lo preparé todo, pero el día que quise hacer la caja el bordado no apareció por ninguna parte. La búsqueda me llevó a reordenar el cuarto de la costura sin dejar ni un solo rincón sin revisar y, como no hay mal que por bien no venga, derivó en una limpieza general que, dicho sea de paso, estaba haciendo mucha falta. Y, aunque el bordado no apareció en esa operación, sí me reencontré con inacabados de distintas épocas, con lo cual me dediqué a terminar alguno de ellos, así que alguna ventaja sí pude sacar del extravío.
En fin, que para ser un objeto tan insigificante, acarreó casi una novela y no creáis, fueron muchos días de terca e intensa búsqueda (incluyendo desmontar la bolsa que os enseñé en el post anterior, por si pudiera habérseme colado entre la guata de relleno y el forro) antes de que la casualidad volviera a ponerlo en mis manos, realmente cuando ya había decidido bordarlo de nuevo.
Ahora, por fin, la aventura ha terminado en la tapa de una caja forrada con dos telas de Moda que me gustan muchísimo, dos estampados florales en rojo fresa de motivos grandes y llamativos, muy románticos, perfectos para esta combinación. Y es que a veces estos estampados tan grandes, aplicados a cosas pequeñitas, ofrecen resultados muy interesantes, porque los dibujos pierden su protagonismo y se convierten en manchas de color que ayudan a subrayar el bordado sin interferir con él.
El usado para el interior, un "tono sobre tono" maravilloso, se encuentra entre mis preferidos para toda clase de trabajos, yo creo que nadie hace estos estampados como la firma Moda y no me canso de usarlos una y otra vez.
En la tapa he dejado un poco más de margen del que acostumbro, en parte para lucir un poco más la tela estampada y al mismo tiempo para dar más espacio al bordado y enmarcarlo mejor, además de aumentar un poco el tamaño de la caja.
Para realzar un poco más el bordado lo he montado sobre guata y lo he rodeado con un cordón en tono beige clarito.
Nada como un trabajo manual pequeño y relajante como éste para dar un poco de descanso a la cabeza y a las manos. La caja ha quedado preciosa y es un placer verla y darle vueltas, probar a meter cosas que encajen, jugar, en definitiva.
De momento se ha quedado con unos cuantos ovillos de perlé Valdani, de los que uso habitualmente, pero seguramente acabaré regalándola porque es tan bonita que seguro le puede hacer ilusión a alguien especial.
Claro que estos días mi trabajo preferido es recordar a mis nietos y para eso nada mejor que hacer muñecos, arreglar vestiditos, tejer chaquetas, etc. Es una manera perfecta de tenerlos presentes y de ocupar mi tiempo. Así que en unos cuantos días no habrá mucho tiempo para bordados.