LOVE LETTERS
Esto de los nietos tiene su aquél, no vayáis a creer; de pronto, cuando una creía que ya nada en el mundo le iba a cambiar el compás, ese rollo de ser dueña de tu tiempo, de hacer lo que te da la gana, de vivir libre y entregada a tus pensamientos y a tus aficiones, llega un pequeñajo de estos y te da la vuelta a los planteamientos con solo media sonrisa y un "aju".
Ya no es solo que hago menos bordados y menos patchwork y menos inventos porque necesito tiempo para hacerles chaquetas, vestiditos, camisitas y lo que se me ocurre, es que, además, cuando consigo hacerlos se me olvida que tengo un blog y que hace tiempo acostumbraba a publicar mis trabajos con bastante frecuencia. Es otro mundo en el que el tiempo fluye de otra manera completamente diferente.
Ahora tengo aquí al pequeñín, venido para pasar unos días en su otra tierra y conocer la casa de la abuela, así que entre la ajetreada vida social, las peregrinaciones continuas para conocer al bebé, las hornadas de bizcochos, brioches, galletas y otras especialidades de merienda y pasearlo, achucharlo, bañarlo, dormirlo y salir a comprarle toda la ropa que yo no puedo hacer, ya comprendereis que ni me acuerde de nada más.
Esta preciosidad de bordado que ahora enseño llegó poco después de Navidad, yo creo que en torno a San Valentín, en un pedido de "La Casina Roja" que incluía varias cosas de la marca americana "The Drawn Thread", una de mis preferidas sin discusión, un clásico de la elegancia en el diseño de punto de cruz al que no suelo resistirme porque es difícil que no me guste algo diseñado por Cynthia Zyttel. De manera que en cuanto aparecen en la tienda yo los compro, sean como sean, aunque a veces los guarde para cuando tenga un ratito, jjjjjjjj.
En esta ocasión fue todo muy rápido, eran tres modelos, todos pequeñitos, sencillos de bordar y llevaba mucho tiempo sin hacer nada de la casa, así que en apenas una semana los terminé.
El primero de ellos ya os lo enseñé, un conjunto de carterita de agujas y funda de tijeras que me tiene enamorada. El segundo aún no lo conocéis porque después de bordarlo lo perdí durante un tiempo (en realidad se quedó dentro de un cuaderno y tardé semanas en encontrarlo), así que ahora que ha aparecido espero montarlo en una caja que ya está preparada.
El tercero es este, un abecedario encantador titulado "Love letters", que ha acabado formando parte de una bolsa para el punto, una más entre muchas, quizá más de una docena llevo hechas hasta ahora, aunque es verdad que nadie necesita tantas. Pero me gusta dar una utilidad a los bordados que hago y las bolsas siempre son prácticas, para usar y sobre todo para regalar.
En las fotos podeis ver la cantidad de finísimos detalles que adornan las letras y se entremezclan con ellas dando vida a un formato vertical muy alargado, de colores sobrios, dentro de la gama de los verdes y de los rosa y granate y una tipografía muy simple, lineal, en la que cada letra tiene un tamaño diferente y va adornada con bordados de relleno, cuyo motivo central son los corazones, formando un conjunto precioso y limpio, de líneas puras, que me ha costado muy poco terminar.
He utilizado lino Belfast en color crema y he sustituído los hilos propuestos por una selección personal equivalente, con muy pocos tonos, que resulta perfecta, discreta y sencilla.
Mi cabeza ya cansada de tantos años de discurrir y algunos otros de sufrir, se serena haciendo punto de cruz, única de mis aficiones manuales que no me cansa nunca y que además resulta fácil de hacer y de llevar en cualquier sitio, relajante porque no plantea apenas dificultad. Hay tantos modelos bonitos, tantas posibilidades de usarlos, tantos materiales especiales, preciosos, para darles esos acabados perfectos, que es difícil sustraerse a su atractivo.
Además, con los años voy acumulando tantos recursos, hilos de todas clases, retales de telas de todos los colores, costureros, tijeras, agujas, bastidores, que empezar una labor nueva se convierte a veces en una buena manera de ir dando salida a todo ello, aunque es fácil caer en un círculo vicioso, compro, aprovecho, vuelvo a comprar, reaprovecho, en fin, las que tenéis este vicio ya sabéis de qué hablo, es un continuo que no acaba nunca.
En cuanto empiezo a bordar un nuevo modelo, automáticamente pienso en qué lo utilizaré, pero este no estuvo claro hasta que lo terminé y vi que podía dar buen resultado como parte de una bolsa para el punto, ya que me daría las proporciones adecuadas para un tamaño de bolsa de esas que puedes poner en el suelo junto al sillón y donde quepan la lana y las agujas de una prenda.
Claro está que enseguida pensé que no necesitaba una bolsa más, ni para el punto ni para ninguna otra labor, porque ya no puedo administrar las que tengo, así que es el momento de regalar, que no me faltan amigas que lo merezcan. Por supuesto, antes de regalar algo me gusta estar segura de que estará bien hecho y que merece la pena, así que no tomé la decisión hasta haberla terminado.
Tras la decisión viene la fase de diseño y elección de materiales para el montaje de la bolsa, en cuyo proceso disfruto también mucho, primero revolviendo por los cajones a ver qué encuentro y luego yendo de tiendas, aunque en esto nunca me complico, ya sabéis, si es bordado en todas sus vertientes, "La Casina Roja"; si es patchwork o cualquier otro proyecto que tenga que ver con telas, costura y sus accesorios, "Lunares patchwork". En ambas encuentro siempre lo que busco: calidad, variedad y ayuda profesional. No necesito más.
Para este proyecto tuve claro el formato de la bolsa y el tipo de material que quería mezclar con el bordado. En principio decidí que unas puntillitas rústicas de colores entonados con los hilos subrayarían el carácter un tanto romántico del abecedario, como única concesión a las florituras, y que el resto de la bolsa la imaginaba sobria en color y en acabado.
Para esa intención no hay como las telas japonesas, con esas texturas irregulares, suaves y esponjosas y sus colores siempre tan neutros, oscuros, profundos, que realzan cualquier labor y la elegida fue una en color verde musgo apagado que ya he usado otras veces y que me gusta mucho porque además su textura sugiere un acolchado geométrico que la realza y la favorece. Para el interior y algunos toques exteriores elegí un algodón en el mismo tono con un estampado pequeñito en granate que coordina y completa el efecto conjunto.
Con una capa de guata ligera le hice el acolchado a mano que podéis apreciar en la imagen, usando para ello perlé Valdani en un degradado de negro y verde que le va muy bien.
Con la misma tela he forrado unos metros de cordón de mecha que he trenzado después para formar las asas, no muy largas, porque ya es muy larga la bolsa, pero suficiente para poder colgarla del brazo con comodidad.
Puesto que la he pensado para estar posada en el suelo, también le he colocado unos topes metálicos en el fondo para evitar que se ensucie la tela y que ayuden a mantenerla estable.
Y, lógicamente, si tiene que mantenerse en pie necesita tener cierta rigidez por lo que la he armado con una guata semirrígida que es perfecta para eso, se cose muy bien, es ligera y mantiene muy bien la forma.
No puedo decir que no me gustaría haber conseguido mejorar algunos detalles, pero está bastante aceptable o, al menos, espero que sea útil para el fin a que está destinada, porque se la voy a regalar a mi amiga Tita, otra abuela experta en labores y la que mejor teje del mundo, sobre todo si hablamos de canastilla de bebé, en la que es una auténtica maestra.
Me encantaría de verdad pensar que mi bolsa está a la altura de sus méritos y que la disfruta haciendo preciosas chaquetitas para su pequeña bisnieta.
Yo también vivo estos días rodeada de varias bolsas de punto, ya que estando aquí el pequeño M&M (es una pequeña broma que le hago a Max Manuel, tan dulce como los famosos bombones), es obligado hacerle alguna chaquetita para completar los conjuntos de primavera y verano, o sea que me "hermano" con Tita en esa tarea que nos toca y así, un poco a salto de mata, en el poco tiempo que los mimos al peque me dejan libre, voy sacando una manga, una espalda, unas pasadas sueltas, a ver si antes de que se marche soy capaz de terminar alguna prenda para que se lleve ese recuerdo de su abuela.