El punto de cruz es una de mis debilidades, me relaja, me alegra, me entretiene, me ayuda a pensar mejor porque canaliza mi ansiedad y elimina energía negativa de una forma natural, sin esfuerzo, solo dejándome llevar por los pequeños gestos propios de la técnica, rutinarios pero absorbentes: contar cruces y cuadritos, elegir hilos, interpretar códigos, orientarse, fijar la vista, ver crecer los motivos. Son pequeñas cosas, tareas insignificantes, pero tienen su efecto en cierto modo terapéutico y al cabo de un rato de sumergirse en ellas, hasta las preocupaciones parecen más livianas, seguramente porque las he mantenido en hibernación durante ese rato.
En estos días, además, apenas puedo hacer otra cosa con mis manos, todavía terriblemente doloridas del esfuerzo de mis animaladas fontaneras y jardineras, hasta el punto de tener problemas para dormir, para sujetar un libro, para conducir, para coger cosas y también para coser en general, porque me cuesta sujetar la tela y hacer movimientos con la aguja; pero para el punto de cruz tengo mi caballete con bastidor que me evita tener que sujetar nada con la mano y solo tengo que guiar la aguja arriba y abajo alternando las dos manos, así que el esfuerzo es mucho menor y el dolor más llevadero.
Si a todo eso añadimos que últimamente están apareciendo modelos cada vez más bonitos y apetecibles, es casi inevitable entrar en bucle y ponerse a hacer cruces. Esta vez he caído rendida ante nuevos gráficos aparecidos hace pocos días en la tienda donde compro habitualmente, ya sabéis, "La Casina Roja". El caso es que Nuria ha empezado a traer diseños de "With thy Needle and Thread", una casa que me encanta por sus creaciones de aire primitivo y acabados vintage, casi siempre muy simples pero tan bonitos que no puedo resistirme. Y en cuanto los vi me compré tres y me faltaron minutos para empezarlos. Ahora os enseño el primero que he terminado y el segundo está ya en proceso. Estoy segura de que vais a sucumbir como yo, porque son ideales.
Ya veréis que esta refinadísima pequeñez es una verdadera delicia y además viene al pelo para el momento porque su título no puede ser más sugerente y oportuno, "Springtime messenger" o "El mensajero de la primavera", justo en el momento en que acabamos de estrenarla (aunque en Oviedo llevamos en eclipse total de sol unos cuantos días). Por eso, me ha parecido perfecto empezar por este y regalaros con él un poquito de esa primavera que poco a poco nos irá calentando el corazón porque, imagino, estareis tan deseosos como yo de que llegue el buen tiempo, los días largos, la luz, el sol.... Bueno, algunos días al menos, que esto es Asturias, no nos vamos a engañar. Y mis manos mejorarán, porque con el sol todo duele menos y el optimismo se expande por mi cuerpo haciéndome sentir como si me hubieran cambiado el motor.
Ya veis qué cosa tan simple: el abecedario, el pajarito, la maceta con sus ramas, todo pequeño, simple, pero sabiamente administrado, es difícil hacer algo más bonito con tan pocos elementos y tan sencillos, pero en eso consiste el buen gusto y la inspiración, las razones por las que soy muy admiradora de esta casa y espero que podamos seguir disfrutando de sus creaciones en lo sucesivo.
Y respecto al montaje del bordado, el acabado final, también he seguido al pie de la letra la sugerencia de la casa en cuanto a los botones y luego he añadido algún elemento de mi cosecha para personalizar el resultado final.
Otra de las cosas que me gustan mucho de esta diseñadora es el uso de materiales antiguos reciclados, como encajes, telas, botones, accesorios que, unidos al aire primitivo de los diseños y a unos linos teñidos en colores envejecidos, consiguen esos acabados tan auténticos que parecen sacados del baúl de la bisabuela.
Por suerte tenía todavía un trozo de lino teñido artesanalmente (que ya no se encuentra en las tiendas en este momento, creo recordar que era de la casa francesa "C mon monde") y que tiene un color rosa tostado muy envejecido que es perfecto para este gráfico; me entusiasma cómo queda y además el lino es de una calidad estupenda, grueso y un poco rústico, con mucho cuerpo y trama bastante irregular, lo que también contribuye a ese efecto vintage tan atractivo.
En cuanto a los hilos, he usado los recomendados en el gráfico, una paleta maravillosa, en tonos apagados pero cálidos que armonizan a la perfección con la tela y contribuyen a reforzar la impresión de estar contemplando un bordado de hace cien años, como hecho por mi abuela, que también era una gran aficionada a las labores, de las que conservo como un tesoro unas pequeñas muestras, apenas media docena de prendas, algunas rotas, pero que para mí valen un mundo.
El verano pasado tuve una cosecha generosa de lavanda que he utilizado bastante en saquitos para los armarios y también para regalar, pero aún queda suficiente hasta el próximo verano, así que en este caso he decidido hacer un cojincito de lavanda pensando en regalarlo a una amiga.
Otras veces utilizo una tela distinta para la trasera, pero esta vez no encontraba ninguna que encajara bien con este color de lino tan especial y sobre todo que tuviera el mismo aire envejecido, así que he decidido usar el mismo lino.
Después he hecho algunas pruebas para adornar los bordes con cordón o con una cinta, pero los que tenía por aquí no acababan de convencerme, así que finalmente me decidí por hacer algo con una pieza de encaje de tul bordado que me regalaron hace tiempo y que guardo para un improbable "por si acaso".
El encaje es de unos 25 cm de ancho, o sea que no me servía como volante para el borde pero su gran transparencia y el color amarillento que tiene quedaban maravillosos como envoltura del lino rosa, haciendo un efecto filtro realmente fascinante y que realza tanto el propio tul como el lino que queda debajo, así que,después de varios ensayos, lo he puesto envolviendo la parte posterior del cojín y he hecho que el borde del encaje dé la vuelta hasta la parte delantera para que las onditas aporten un adorno más al bordado, como una orla que le da aún más importancia.
Fue como un juego que me tuvo entretenida y feliz un buen rato y el resultado me gusta mucho, tanto que lo voy a regalar, porque algo tan bonito merece ser un regalo. Además, en los pocos días que lleva terminado ha llenado la habitación de un aroma delicioso y esta lavanda conservará el olor durante años, basta con remover un poco el cojín de vez en cuando y el olor revive para otra temporada.
Truco:
Al principio hacía una doble envoltura con la lavanda, es decir, hacía un saquito de tela corriente relleno con la lavanda y luego lo metía dentro del envoltorio definitivo, generalmente bordado. Pero un día pensé que tanta capa de tela le restaba olor al conjunto y entonces decidí que la lavanda iría suelta dentro del contenedor bordado, fuera lo que fuera.
Al tener solo una capa de tela alrededor, transpira mucho más y el olor se percibe mejor, pero además, eso facilita el rellenado cuando el aroma se acabe. En ese caso, basta abrir una pequeña abertura en la costura de cierre (que está cosida a mano y descose muy fácil), vaciar la lavanda vieja y con la ayuda de un papel enrollado en cucurucho, metido por esa pequeña abertura, volver a rellenar o, incluso, sustituir la lavanda por otro relleno. Luego con un par de puntadas el saquito recupera su integridad como si no hubiera pasado nada. En esta almohadilla, que tiene un buen tamaño (unos 20 x 15 cm) y como el lino tiene una trama bastante abierta, el olor es impresionante; colocada sobre un mueble puede adornar y al mismo tiempo perfumar una habitación entera.
Ahora estoy bordando el segundo de los gráficos de esta casa y también lo estoy disfrutando muchísimo. Mientras, voy pensando cómo lo utilizaré para conseguir algo tan bonito como en este caso. Por supuesto que lo veréis cuando lo haya conseguido.
Feliz semana a todos
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