APARADOR ANTIGUO
Hay tres tipos de negocios donde es muy peligroso dejarme suelta: los viveros, los anticuarios y las tiendas de labores. No importa si no tengo planes previos de comprar algo o si no había surgido la necesidad porque en cuanto me veo dentro las ideas surgen a raudales, sin necesidad de llevar lista de la compra y rápidamente encuentro unos cuantos artículos que me encajan en algún sitio.
Cuando esta pasada Navidad visité a un anticuario amigo en busca de un pequeño objeto especial para hacer un regalo, quiso la casualidad que el propietario estuviera ocupado, lo que me dio tiempo para deambular por el local curioseando entre un maremagnum de cachivaches y descubrir, en un rincón olvidado, este precioso aparador francés que tenía toda la pinta de llevar allí bastante tiempo, a juzgar por la pátina de polvo que lo envolvía. Fue amor a primera vista, sin dudarlo un instante, sin necesidad de medir ni de pensar, supe inmediatamente que en mi entrada había un lugar reservado para él desde hace más de veinte años. Ya no me separé de él y tras una larga y hasta divertida negociación, conseguí un precio y unas condiciones de pago interesantes y pocos días después el aparador vino a ocupar su sitio.
Se trata de un aparador de dos puertas y dos cajones, procedente de la Región de Auvergne (Francia) y probablemente datado entre el 1850 y 1870. De estilo rústico aunque no exento de algunos detalles decorativos de cierto refinamiento, está construido enteramente en roble y se conserva en integridad, salvo una parte del fondo de uno de los cajones que había perdido un trozo de la tabla original y se había completado con madera nueva.
Entre los sencillos detalles que lo adornan llama la atención un medallón cuadrado, incluído en medio de los dos cajones y adornado con una curiosa talla que representa la cruz de la Orden de Malta. Supongo que eso refiere algún tipo de relación en su origen entre la familia propietaria y esa orden pero para mí esa historia queda reducida a un mero aspecto decorativo. No obstante, los muebles antiguos siempre tienen para mí un atractivo especial, una fascinación que va mucho más allá de su utilidad, como si estuvieran dotados de vida, como si pudieran contarme todas las historias y las vicisitudes que han vivido y por eso me gusta estudiarlos, "preguntarles", hablar con ellos y dejarme emocionar por todo lo que me cuentan y representan.
Otros motivos decorativos que me gustan mucho son las acanaladuras de las esquinas, porque suavizan mucho la tosca solidez del mueble y el faldón inferior de borde levemente ondulado, en el que se advierten claramente las trazas de la gubia, como si no se hubiera puesto mucho esmero en terminar la talla, dándole un encanto especial.
Las patas, ligeramente arqueadas, también ponen un discreto acento de distinción, casi imperceptible pero relativamente importante.
Los detalles decorativos, las proporciones, el color que ha ido adquiriendo la madera, la funcionalidad del formato, son el conjunto de factores que han hecho que este mueble me gustara pero es su integración en mi casa, lo bien que se encuentra en su nuevo espacio, lo que acabó de convencerme de que es justo lo que estaba esperando.
Aunque a su llegada ya había recibido una primera fase de limpieza, en cuanto estuvo en casa me puse manos a la obra para devolverle un mínimo esplendor, por supuesto después de haber pedido consejo respecto a la mejor manera de hacerlo, así como productos a utilizar para que la limpieza no suponga en ningún caso dañar la madera.
Lo primero fue limpiar bien el interior que, al no haber sido encerado nunca, estaba bastante más sucio que el exterior. Puesto que aquí la madera está completamente natural, sin pulir, sin cera ni barniz, la suciedad se deposita y se queda adherida, por lo que le di sin ningún miedo "un buen fregao" con un limpiador jabonoso para madera y un estropajo suave.
Una vez bien seco he aplicado un tratamiento preventivo-curativo contra los insectos, aunque el anticuario me había jurado sobre las Sagradas Escrituras que él mismo ya lo había hecho y que el mueble estaba limpio, pero nunca me fío del todo.
Para el exterior, mejor conservado por las sucesivas capas de cera aplicadas a lo largo de años, bastó con una limpieza a base de un producto tipo "Politus", una brocha y un paño de algodón, para quitar la suciedad superficial pero conservando la pátina satinada y sedosa tan especial. Después de unos días de secado le di una nueva mano de cera natural de abejas a la que saqué brillo, a las 24 horas, con un paño de lana.
Acabada la imprescindible fase de limpieza y saneamiento, decidí empapelar el interior para darle un aspecto más agradable, a la vez que aislar la madera del uso posterior.
Como se trata de un mueble antiguo y no quiero hacer nada que lo pueda perjudicar, he evitado pegar el papel directamente sobre la madera y eso es fácil en el caso de las baldas, porque con un par de puntos de sujección es suficiente.
En el caso de los cajones, cuyo interior estaba más deteriorado y con algunas irregularidades, he recurrido a un truco que he usado en muchas ocasiones, tanto para el interior de cajas como de cajones, que consiste en montar el papel sobre cartón y este sobre la madera, de manera que se compensen las irregularidades del interior del cajón, que queda mucho más aislado, al tiempo que se protege el papel y se consigue un acabado mucho más pulcro. Por otra parte, el cartón se sujeta en el cajón con pocos puntos de cola, de modo que en un momento dado se pueda despegar fácilmente sin dañar el cajón.
No es un gran procedimiento pero, por si puede servirle a alguien, os cuento cómo lo hago.
Se necesita cartón o cartoncillo o cartulina gruesa de 1 mm, papel de empapelar o similar, regla graduada, cúter, lápiz, tijera y un pegamento adecuado, que puede ser cola blanca escolar
En primer lugar debemos tomar todas las medidas exactas del interior del cajón: la base y las paredes verticales.
Cortamos los cartones, descontando 2 mm a cada una de las medidas para que quede una pequeña holgura que compense el engrosamiento que va a añadir el papel.
Probar cada una de las piezas de cartón en su lugar y, si fuera necesario, rectificar las medidas.
Cortamos a continuación el papel para forrar los cartones. Para ello, colocaremos las distintas piezas de cartón sobre el papel y marcaremos dejando unos 3 cm de margen por todos los lados.
Pegar el papel sobre el cartón de la base y dejar los márgenes sin replegar.
Recortar las esquinas del papel para evitar pliegues cuando se doblen los márgenes
Poner cuatro puntos de pegamento en las esquinas del cartón, que servirán para sujetarlo al fondo del cajón.
Colocar el cartón en su sitio, cuidando que los márgenes de papel queden hacia arriba, subiendo por las paredes del cajón.
Con ayuda del canto de la regla o una plegadera, marcar perfectamente los pliegues de los márgenes siguiendo el contorno de la base.
Poner un hilo de pegamento sobre los márgenes y adherirlos a las paredes estirando bien.
Cuando la base está forrada, pasamos a forrar los laterales
Empezamos por los dos laterales largos:
- pegamos el papel sobre el cartón y recortamos las esquinas, eliminando el papel que sobra.
- doblamos hacia atrás los dos bordes largos y pegamos al cartón.
- dejamos sin doblar los dos bordes cortos
Seguimos con los laterales cortos:
- pegamos el papel sobre el cartón y recortamos esquinas
- doblamos hacia atrás los cuatro bordes y pegamos al cartón
Ahora procedemos a forrar los dos laterales largos, para lo que aplicamos un fino cordón de cola en el borde inferior del cartón y otro en el superior.
Pegamos en su sitio y hacemos que los dos bordes de papel que están sueltos se peguen sobre la pared contigua, marcando bien el pliegue.
Pegar esas pestañas de papel sobre los laterales contiguos.
Ya solo falta colocar los cartones de los laterales cortos, cubriendo completamente las pestañas de los otros laterales.
Recordar que solo ponemos un cordón de pegamento en los bordes superior e inferior.
Sujetamos bien hasta que seque y está listo el cajón
Así queda el aparador una vez limpio, encerado y revestido por dentro. Ya era muy bonito, pero ahora está espléndido