Ayer, a última hora de la tarde, un nuevo bebé llegaba, como un regalo de Reyes, para llenar de alegría a toda la familia, un niño esta vez que, con los nombres de Max Manuel, tendrá la suerte y a la vez la responsabilidad de unir y representar dos nacionalidades, dos culturas, dos familias, que por el momento compartimos esta alegría y que por él seguramente nos esforzaremos por compartir muchas cosas más, incluso quizá el idioma, por más que hasta el momento no hayamos sido capaces de intercambiar más allá de un saludo torpe y tímido. Tiempo al tiempo, ahora ya no hay excusas y este pequeñín seguramente conseguirá lo que ahora parece imposible y al menos yo, que con Violeta ya estoy aprendiendo inglés (entiéndase, ella aprende y yo la sigo, jjjjjjjj), ya me veo chapurreando alemán dentro de nada porque por difícil que parezca, más difícil todavía es conseguir que yo me calle.
Por el momento él lleva un nombre alemán y otro español y tiene la enorme suerte de llegar a una casa donde se le esperaba con enorme ilusión y mucho amor y donde los papás, los abuelos, los tíos y mucha gente más, hemos puesto un montón de imaginación para proporcionarle la habitación más bonita y el ajuar más delicado, incluyendo una buena provisión de juguetes, libros, peluches, para que la llegada a su casa sea lo más alegre y confortable posible y disfrute desde su primer minuto de todos los mimos que tenemos para él.
Entre las muchas cositas que se me han ido ocurriendo para regalarle se encuentra un osito de tela, igual a los que ya había hecho en su día para Violeta, aunque esta vez le busqué una combinación que me gustaba mucho, con una tela de topitos azules y otra de florecitas en los mismos tonos, muy bebé y muy fresco, perfecto para completar la decoración de su habitación y para que le haga compañía todo el tiempo. Por el momento es demasiado grande para que juegue con él pero estoy segura de que no tardará mucho en abrazarlo y disfrutar de su tacto suave y blandito.
Este tipo de muñecos tienen además la ventaja de estar confeccionados con telas y materiales naturales, totalmente lavables y que resisten muy bien el uso, por eso son perfectos para acompañar a un bebé y junto con suaves peluches y otros muchos preciosos juguetes de entre la enorme oferta que se puede encontrar hoy en día, dan forma a un entorno amigable y lúdico, colorido y estimulante, tan saludable para un desarrollo armónico de la personalidad.
Ya en mi última visita a Hamburgo, precisamente dedicada a preparar su habitación y todo lo necesario para sus primeros meses, habíamos comprado una buena provisión de caprichos y "bibelots", que esperaban pacientemente esparcidos por la habitación, sobre la cuna, el moisés, en las estanterías, porque a mí me parecía que la decoración no estaba completa sin ellos, como si al lugar le faltara alma, así que el osito tampoco se encontró solo cuando llegó por correo algún tiempo después.
Dentro de muy pocos días ya estarán todos juntos y ese moisés en el que espera la enorme y simbólica letra "M" acogerá a su ocupante más ilustre y lo arropará con la esponjosa y cálida nube de su edredón, para que nunca tenga frío, ni se sienta solo, ni esté triste, para que al abrir los ojos cada vez se vea rodeado de cosas bonitas y alegres, ayudando a que crezca más sano y más feliz.
Espero y deseo que el pequeño Max Manuel pueda crecer sano y feliz y que la suerte esté siempre con él y, por supuesto, que yo tenga salud muchos años para poder ir a visitarlo de vez en cuando y hacerle practicar español, porque al paso que vamos no creo que él vaya a vivir más cerca de mí, salvo que yo me busque una cabaña en el Mar del Norte.
Aunque quién sabe, quizá sea verdad que existen los milagros. Vamos a esperar y mientras tanto, disfrutaremos de esta alegría.